Por Carlos Tórtora.-

La crisis interna del Frente Renovador y las importantes dificultades del macrismo para consolidar un frente electoral sólido en Buenos Aires -aun contando con el apoyo del aparato de la UCR- están generando una ola de creciente optimismo entre los consultores oficialistas. Es así que en la hipótesis más entusiasta del cristinismo, se habla de que en las PASO podría haber una diferencia de entre 15 y 20 puntos entre el Frente para la Victoria por un lado y el macrismo y el massismo por el otro. Como es obvio, de concretarse estos números el 9 de agosto, el aparato mediático oficialista instalaría la consigna del “ya ganamos”, que fue la utilizada luego de que CFK obtuviera en las PASO del 2011 el 51% de los votos. El problema, puertas adentro del gobierno, es que un gran éxito electoral del oficialismo, en caso de ser candidato a presidente Daniel Scioli, podría ser leído por la opinión pública como un triunfo personal de éste. En este sentido, las sonrisas que hoy se ven en Olivos estarían acompañadas por un incipiente temor: que Scioli aproveche el eventual triunfo en Buenos Aires para empezar a mostrar cierto vuelo propio al margen de las instrucciones que le impartiría CFK como jefa suprema.

Un plan sin medias tintas

Así es que, mientras aceita su monumental engranaje electoral para las PASO, el kirchnerismo también tendría equipos que ya están dedicados a frenar cualquier intento del entorno del Scioli para capitalizar la victoria. Por ejemplo, Axel Kicillof habría recibido instrucciones de empezar a repetir públicamente que él y su equipo permanecerán al frente de la política económica luego del 10 de diciembre. Es decir, dar a entender que la aparición en escena de Scioli como presidente sería poco más que un mero trámite. Este plan cristinista -que se fundamenta en buena medida en el temor- incluiría también que, entre el 9 de agosto y el 25 de octubre, fecha de la primera vuelta de las elecciones nacionales, el gobierno vaya anunciando quiénes serán ministros y altos funcionarios de distintas áreas clave, obligando a que Scioli los presente públicamente como los hombres de su futuro equipo de gobierno.

Por último, y para refrendar que CFK continuará en el timón, el gobierno incluiría como eje de la campaña el anuncio de nuevos planes de mediano plazo en distintas áreas de gobierno. Naturalmente, Scioli se vería obligado no sólo a consentir con esta prolongación del gobierno de Cristina sino que debería él mismo hacer los anuncios que le pidan.

En síntesis, entre las PASO y la primera vuelta, el kirchnerismo no sólo se preocupará por ganar sin tener que ir a un ballotage, también dejará en claro que Scioli actuará como poco más que un delegado de su jefa. Algo así como una versión aggiornada de Héctor Cámpora, justamente la figura señera del elenco oficial.

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