Por Carlos Tórtora.-

Una secuencia de hechos está abriendo paso a un cambio del escenario político. La semana pasada se reunió la cúpula del PRO para resolver que se ponía en marcha la triple reelección (Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta). Inmediatamente después y con diferencia de horas, se conocieron varias encuestas que convergían en que la mayoría no aprueba la reelección de Macri. Esta tendencia, si se afirma, abre la posibilidad de que en un probable ballotage Cambiemos sea derrotado. Con llamativa insistencia, Horacio Rodríguez Larreta salió a proclamar que la triple reelección es lo natural, como si en política lo natural no estuviera sometido a cambios.

Con estos indicadores, la política nacional abrió un nuevo andarivel: por el mismo circulan dos chances que hasta hace poco eran remotas: que Macri sea derrotado o que directamente no se presente y sea el gran elector del único candidato presidencial para ganar que tiene el PRO: la gobernadora de Buenos Aires.

El caso es que ésta no forma parte del círculo áulico de Macri y, si bien es disciplinada, nunca participó de la intimidad del poder. Las dudas aparecen entonces solas: ¿podría Macri evitar un deterioro creciente de su poder si los factores de poder asumen que Vidal y no él será quien encabece la fórmula presidencial?

Macri ya fue desafiado por otra mujer, su actual vicepresidente Gabriela Michetti, que en el 2015 se plantó negándose a aceptar que no hubiera interna para la elección del candidato a Jefe de Gobierno. Michetti fue sancionada con la vicepresidencia de la Nación, cuyo escaso poder se refleja en la despectiva descripción de “tiene a su cargo tocar la campanita del Senado”. A nadie se le escapa que Vidal tiene aspiraciones presidenciales y que la historia enseña que ningún gobernador de Buenos Aires fue electo presidente por el voto popular.

Las nuevas incógnitas

El proceso de debilitamiento de Macri que parece afianzarse podría desatar las tensiones contenidas en la cúpula del PRO. Por ejemplo, Rodríguez Larreta se considera el sucesor obligado de Macri en el 2023 pero la realidad puede tomar otro rumbo. Entre Vidal y el jefe de gobierno hay una creciente tensión que hasta ahora no aflora públicamente. El PRO es un partido verticalista, integrado en su casi totalidad por funcionarios públicos que tienen poco o nada de dirigentes políticos y que juegan -Jaime Durán Barba mediante- a estigmatizar la política en nombre del gerencialismo como forma de gobierno. Vidal, que gobierna en el centro del poder peronista, no muestra para nada el culto por los CEOs que impera en la Capital. Vidal tiene al menos un pie puesto en el peronismo y varios de sus operadores principales son dirigentes peronistas, como los ministros de gobierno y seguridad, Joaquín de la Torre y Cristian Ritondo. La eventual alianza del PRO con un sector del peronismo para derrotar al resto de éste es tema de conversación desde hace tiempo. Pero en Olivos se impone casi siempre la idea de que hay que colocar candidatos propios al frente de las listas. El fracaso de la economía y la escasa iniciativa política del gobierno parecen ir llevando las cosas hacia una encrucijada. Y hasta se puede dar una paradoja: que el PRO haya llegado al poder para desalojar al peronismo y termine, cuatro años después, aliándose a parte del PJ para no perder del todo el poder.

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