Por Carlos Tórtora.-

Los operadores de la campaña kirchnerista creen haber encontrado un punto de equilibrio adecuado entre el protagonismo central de Alberto Fernández y el rol de acompañamiento que le toca a Cristina Kirchner. Esto se vio clarísimo en la firma del compromiso con 14 gobernadores realizada en Rosario con la ausencia de ella. Se trata, entonces, de un delicado equilibrio para evitar que aparezca la dimensión de Cristina jefa, que podría arrinconar a Alberto F como su delegado. Pero todo manteniéndola a ella vigente en su contacto con la gente. Este recorrido por una cornisa tiene un punto crítico: la noche del próximo domingo, cuando se supone que el cristinismo festejará su triunfo. Voceros de la campaña ya anticiparon que CFK no estará presente en la central del Frente de Todos en Capital y que permanecerá en Santa Cruz. Se intentaría con esto evitar la idea de que el kirchnerismo apenas triunfa se saca la máscara y ella aparece en el centro de la escena. El camino hasta la primera vuelta es largo y el riesgo de que Alberto F se reduzca a un nivel de delegado está a la vuelta de cada esquina. En un esfuerzo interpretativo notable, Sergio Massa deslizó que la elección de Alberto F como candidato implicó una autocrítica por parte de la ex presidente. Ésta es exactamente la versión que el kirchnerismo necesita que la sociedad asimile. El otro camino, el de la desconfianza, apuntaría a que, de ganar en la primera o la segunda vuelta, el kirchnerismo rechazaría la actual autocrítica implícita para ratificar todas sus consignas políticas. El caso es que si se llega al ballotage el esfuerzo por mantener el actual equilibrio deberá ser no sólo extenso sino cada vez más complicado. Es de prever que los sectores que componen el núcleo duro, empezando por La Cámpora, quieran hacerse valer en el armado de los equipos de gobierno ante la eventualidad de que Alberto F se tome muy en serio su rol y forme un gabinete con su sello personal.

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