Por Carlos Tórtora.-

Las PASO dejaron un clima de sospechas a partir del escándalo del recuento de votos en la Provincia de Buenos Aires. Para el gobierno nacional no es precisamente un buen precedente, teniendo en cuenta que se trata de la primera elección que tiene a su cargo. Claro está que las denuncias de CFK y de los apoderados de Unidad Ciudadana no son el único factor revulsivo en la justicia electoral y que el problema adquiere un relieve particular a partir del hecho de que está amenazada la transparencia de los comicios de octubre. Para empezar, la jueza María Servini de Cubría estará a cargo de la denuncia por supuestas irregularidades en el recuento provisorio de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 13 agosto, luego de que el magistrado Sebastián Casanello se declarara incompetente para hacerlo. La presentación, hecha por un abogado, alcanza al presidente Mauricio Macri.

La denuncia fue radicada el lunes pasado por el abogado Antonio Liurgo contra las autoridades gubernamentales encargadas de los comicios. El letrado expuso la presunta manipulación de datos electorales en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe y advirtió que los responsables, entre los que mencionó al jefe de Estado, podrían haber incurrido en el delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público y eventual fraude.

El denunciante había considerado que «el cercenamiento del acceso a la información constituye el incumplimiento de una obligación de los funcionarios en su deber de informar al pueblo», según consignó la agencia DyN.

En ese contexto, Liurgo opinó que la «abrupta decisión de omitir la información y judicializar sin incorporar la documentación que acredita puede constituir una maniobra de fraude».

El hecho de que Servini investigue una elección fiscalizada por Culotta tiene su trama. Éste fue quien desplazó a la primera de la titularidad interina del Juzgado Federal de La Plata, a la que había llegado como resultado de la muerte del histórico juez electoral platense, Manuel Blanco. Es sabido que Mauricio Macri quedó sumamente molesto cuando las opiniones de Servini incidieron para frustrar en el Congreso la aprobación de la reforma electoral oficialista, que giraba en torno a la boleta electrónica.

La experimentada jueza, entre otros argumentos, sostuvo entonces algo que es obvio: en muchos centros de votación de zonas marginadas del interior del país, ni siquiera hay electricidad para instalar las máquinas para el voto electrónico.

La revancha del PRO contra Servini se plasmó en la designación de Culotta y el desplazamiento de aquella del juzgado platense.

Un juzgado al rojo vivo

Pero las tensiones no terminaron allí. En plena campaña electoral para las PASO, el gobierno movió los hilos de una fuerte campaña mediática contra las supuestas irregularidades de muchos partidos en el cobro de aportes públicos y la existencia de miles de afiliaciones truchas. Días después, Servini le recordó a la Casa Rosada aquello del pecado y la primera piedra: Resolvió no aprobar el informe final de rendición de cuentas de CAMBIEMOS para la elección presidencial del 2015. Esto junto con el del Frente para la Victoria y otros.

No es casual que el ojo de la tormenta esté puesto sobre el juzgado electoral platense. Ajeno por completo a la materia electoral, Culotta llegó al juzgado con un equipo también desconocedor del tema. El resultado fue una pronunciada ineficiencia que se tradujo en episodios como el siguiente: gracias a las continuas marchas y contramarchas del juzgado sobre los plazos para la entrega de boletas, algunos distritos bonaerenses -por caso Tigre- sufrieron un gran faltante de aquellas en las mesas de votación. Además, los funcionarios y empleados de larga carrera en el juzgado se muestran irritados por los métodos que utiliza el nuevo juez para controlar lo que allí pasa. Culotta dispuso que en cada área de su juzgado haya un “observador” de su confianza. En otras palabras, un comisario político. A dos meses de una elección general, el descontrol interno en el mayor juzgado electoral del país no es un dato menor, sobre todo cuando -una vez más- el resultado en Buenos Aires eclipsará por su importancia al de la mayor parte de las otras provincias.

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