Por Carlos Tórtora.-

En el espinoso tema del desdoblamiento de la elección bonaerense, la foto del día es la siguiente: María Eugenia Vidal le da curso al proyecto empezando su tratamiento en las comisiones de la Cámara de Diputados mientras que la Casa Rosada marcha en sentido contrario y da señales (por ejemplo la postura de Elisa Carrió) de querer frenar el asunto. En el eje de la discusión está la apreciación de cuál es el verdadero peso electoral de Macri. Si la tendencia actual es -como dicen en Cambiemos- hacia la recuperación de su puntaje como candidato, no debería preocuparse mucho la mesa chica del PRO por el interés de Vidal en desdoblar. Pero el argumento que utiliza Maros Peña es a la inversa: ¿para qué desdoblar si Macri se está recuperando? La realidad es que el círculo áulico del presidente teme los efectos negativos de que el aparato político bonaerense del macrismo vaya a las urnas antes de la elección presidencial. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si, en caso de desdoblarse, tanto Vidal como Macri ganaran la elección pero los números de éste fueran marcadamente menores a los de ella?

La respuesta es que Macri empezaría su segunda presidencia devaluado y dependiendo políticamente de Vidal.

Un juego peligroso

Lo concreto es que, gracias al recurso del desdoblamiento, Vidal está logrando una centralidad importante en el escenario político. Si consigue desdoblar, su maniobra será el tema dominante de la campaña electoral y, si la Casa Rosada la obliga a abandonar el desdoblamiento, será una señal de que el presidente no puede prescindir de ella en una elección presidencial. La Vidal-dependencia de Macri parece estar así consolidándose como uno de los mayores costos que la conducción del PRO debe pagar.

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