Por Rodolfo Patricio Florido.-

Massa transita un camino complejo, complicado y diverso. Ir hacia el peronismo, esperar que éste vaya hacia él o seleccionar conversos que no lo traicionen o terminen restándole más que lo que supuestamente le aporten. El muy buen artículo del señor Sebastián Dumont del día 13 de este mes, advierte los riesgos de la interna que podríamos llamar peronista y panperonista. Sergio Massa se entusiasma con las encuestas y teme al mismo tiempo las consecuencias de una crisis de crecimiento.

Si Sergio Massa cree que su base electoral está conformada por un peronismo residual del otrora poderoso Frente Para la Victoria, se equivoca. Y eso, es parte de su análisis y sus dudas. Tan cierto como es que llamarse peronista es casi un ejercicio lingüístico de un inmenso sector de la sociedad, lo es también que en ese universo social de opinión, esa expresión no explica ninguna supuesta verticalidad a cualquier acuerdo de cúpulas.

Lo cierto es el otrora voto cautivo peronista es, como para el resto de los partidos políticos, un porcentaje muy disminuido que no sirve ni alcanza en lo absoluto para ganar elecciones y solo garantiza algunas decenas de trabajos legislativos para muchos dirigentes medios o intermedios que imaginan y actúan como si el futuro del partido estuviese atado a su futuro laboral personal y a la garantía de sus ingresos pecuniarios y una eventual jubilación de privilegio.

Ya en su momento esa lectura lineal llevó a Sergio Massa a aceptar a muchísimos dirigentes que se acercaron al naciente sol que suponía Massa y lejos de alimentar su energía, le implicaron una caída durísima y una serie de traiciones que lo expusieron a una derrota no imaginada. Massa aprendió y ahora se encuentra frente a una situación similar pero más compleja y habrá que ver si la tentación del corto plazo lo vuelve a seducir al extremo de disociar el presente con su propio futuro.

El Frente Para la Victoria está en un proceso cuasi de caída libre aunque retenga importantes residuos legislativos, mientras que el peronismo más ortodoxo representado por varios Gobernadores otrora kirchneristas desandan el camino del FPV buscando heredar la sucesión de un FPV cada semana más sectario pero convencido de representar una opción setentista y movimientista de izquierda, pero jaqueado por un alud de juicios e imágenes de corrupción que los coloca en un destino de debilidad social que no podrán desandar. La ilusión construida de Sierra Maestra colapsó en el video de la Rosadita, los bolsones voladores de José López y las millonarias cajas de seguridad con dólares de la familia presidencial.

Las masas sociales, más allá de sus simpatías históricas, pueden o no analizar con claridad las negociaciones de las diversas y contradictorias cúpulas peronistas, pero si tienen más que claro que no acompañarían cualquier alquimia electoral donde se fundan personajes del abismo pasado con cultores de un supuesto futuro impoluto.

Esas masas sociales, que reconocerán algún pasado histórico político familiar, son en esencia Independientes que buscan un destino distinto aunque tengan algún grado de complicidad pasiva por haber disfrutado de esa suerte de circo distribucionista sin preguntarse de donde salía el dinero que consumían y mucho menos si ese dinero que construía presentes de cortisona, implicaba nuevos ricos entre funcionarios y empresarios que distribuían motos, autos, celulares caros, zapatillas caras y vacaciones soñadas, mientras que ellos se apropiaban de campos, chacras, estancias, empresas, cuentas millonarias, bóvedas y cajas de seguridad.

Esas masas sociales, entre culposas, en algún punto negadoras y ahora enojadas, suman más de un 60/70% de la sociedad y son las que definen los procesos electorales. Si Massa lo sabe o lo entiende, debería pensar más en ellas que en un proceso de acumulación de dirigentes conversos o en soñar que el peronismo migre hacia él en una suerte de regreso culposo buscando que aquel dirigente de la diáspora otrora criticada los reciba ofreciéndoles que sus bendiciones de popularidad en las encuestas les garantice sus supervivencias personales.

Si Massa lo sabe o lo entiende, debería pensar que esas mismas masas son las que entronizaron a Mauricio Macri y a Cambiemos y serán luego las que le den el poder o se lo nieguen.

Esas masas de ciudadanos, independientes en su gran mayoría, no quieren ver ni votar por alguien que sea el arquitecto de un colapso sino más bien por alguien que ofrezca una opción superadora a un eventual fracaso de la conducción actual. El paradigma que la sociedad quiere vivir, quieran o no darse cuenta, ha cambiado. O se supera lo que existe o se cae con el si se piensa que destruirlo es parte del propio ascenso.

Este es el dilema de Massa. Acompañar y seguir creciendo desde lo pro positivo, recordando su pasado peronista pero sin asustar el voto independiente que lo impulsó, luego lo abandonó y ahora volvió a impulsarlo; o empujar hacia un abismo que se lo puede tragar a él también.

Les guste o les disguste a los actores políticos, entre el Panperonismo de Massa y el pandesarrolismo de Macri no hay tantas diferencias más allá de que se sobreactúen los matices en un esfuerzo por evitar la percepción popular que los deposita en el mismo lado de la calle.

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