Por Carlos Tórtora.-

El Brexit, con su secuencia de perjuicios para los mercados emergentes, entre ellos el nuestro, vino a confirmar que la ofensiva anticorrupción de la cual participan el gobierno nacional y la justicia federal es tal vez el único camino posible para tapar la gravedad de la situación económica interna y la debacle de una clase media, que se va sumergiendo ante la imposibilidad de mantener su actual nivel de vida, sobre todo por el aumento de las tarifas de los servicios públicos y privados. La estrecha relación causal entre el saqueo kirchnerista de doce años y el hundimiento de la clase media -junto con el aumento de la pobreza y la desocupación- no evita en absoluto que la gente, con el transcurso del tiempo, vaya inquietándose cada vez más por las inversiones que no llegan y la recesión que no termina que por las causas de este gigantesco descalabro.

Es loable que Sebastián Casanello y Guillermo Marijuán hayan cerrado el circuito financiero ilícito de los Báez. También que haya caído Esteban Pérez Corradi y que Aníbal Fernández marche hacia un seguro procesamiento. El problema, siempre lo es, se refiere a los puntos oscuros de este proceso. Ni Casanello, ni sus colegas Julián Ercolini, Claudio Bonadío, etc., abren líneas de investigación sobre la trama de corrupción empresaria que posibilitó el enriquecimiento ilícito de cientos de funcionarios K pero también de muchos grupos económicos. Esta justicia tuerta -lo acaba de advertir el titular de la UIA, Héctor Méndez- es potencialmente muy peligrosa para el sistema. ¿Cuánto tiempo pasará para que esta omisión de la justicia se convierta en una bomba de tiempo para el funcionamiento de la misma? Los empresarios de la agenda de De Vido no eran precisamente los alfiles K como Lázaro Báez y Cristóbal. Eran otros, en este caso directivos de muchos de los principales grupos económicos del país. ¿Podrá pasarles de costado este mani pulite?

Como es obvio, las miradas se dirigen hacia el club de empresarios macristas.

A todo esto las operaciones para tratar de que no se caiga el escudo protector que cubre, cada vez menos, a CFK, no tienen descanso. Una de las mismas -bastante movida por algunos medios- sostiene que el jefe de la corrupción era en realidad Julio de Vido y que CFK sabía poco y nada de lo que ella misma firmaba y de las obras que elogiaba en sus interminables cadenas.

Es obvio que el gobierno, en su necesidad de tapar la crisis económica y la justicia apurada por lavar su imagen, cruzó límites de los que ya no se vuelve. La ex presidente será procesada tal vez en apenas semanas más y el cristinismo sufre una diáspora de dirigentes tan fuerte que hasta una estalinista como Diana Conti está haciendo votos para que surja un nuevo liderazgo. La paradoja es que para tapar la crisis económica el macrismo debió sacrificar a la dama, tal vez su mejor adversaria, ya que polarizar con ella le garantizaba al PRO ganarle a un competidor abrumado, lleno de imputaciones y que sólo conserva ascendiente en sectores marginales o pobres. Al barrer por necesidad con el kirchnerismo, el macrismo acaba de crear las condiciones para la resurrección de su adversario más peligroso; el peronismo.

Un nuevo mapa

O sea que la lucha contra la corrupción ya empezó a cambiar el mapa político nacional. También porque Francisco, sensible a los cambios de viento, también le soltó la mano a Cristina para no aparecer defendiendo lo indefendible. En la Casa Rosada pensaron que este giro abría el camino para ir negociando la visita del Papa a la Argentina el año próximo. Un Macri reconciliado y paseando con Francisco por los jardines de Olivos sería la mejor publicidad electoral. Pero esto lo saben también en el Vaticano y temen que, indiferente a la justicia, en algunos sectores marginales del conurbano estalle la violencia social.

Volviendo a los efectos políticos, un problema serio para el resurgimiento peronista es que son contados con los dedos los dirigentes que no probaron la miel de la corrupción K. Daniel Scioli, hasta hace poco un modelo de dirigente no cuestionado, enfrenta ya varias denuncias por enriquecimiento ilícito, sobre todo la compra de tres grandes estancias en la provincia de Buenos Aires. Esto sin hablar del capítulo de su shopping de mansiones en la Toscana en el período 2009-2010.

Scioli es un emblema, como pueden serlo José Luis Gioja y tantos otros. Massa en este terreno saca ventaja, pero todos se siguen preguntando por qué el Papa, que recibe a cuanto procesado anda suelto, se niega persistentemente a darle una audiencia.

El próximo 9 de julio, fecha del bicentenario, Macri pensaba anunciar una serie de grandes inversiones en obra pública que hoy, gracias al Brexit, están en la cuerda floja. Curiosamente -y no es la única paradoja de esta historia-, el presidente hoy puede exhibir como el logro más sólido de su gestión a la lucha contra la corrupción. Un tema que nunca formó parte de sus preferencias. Es que todo lo macro económico está en veremos y el mundo se encuentra paralizado por algo que puede ser aún más fuerte que el Brexit: una eventual victoria de Donald Trump en las elecciones de noviembre próximo. La diplomacia del PRO se preparó para la era de Hillary Clinton, más afín al pensamiento de Jaime Durán Barba, Marcos Peña y otros.

Adaptarse a la era Trump puede ser una empresa mayor: sobre todo pensando que nadie, ni siquiera en el Partido Republicano, puede asegurar cómo funcionará un político tan atípico, rodeado de asesores que no formaron parte del staff de George Bush y que son ajenos al establishment del partido del elefante.

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