Por Carlos Tórtora.-

Casi toda la política electoral bonaerense gira alrededor de variables que, a 40 días del cierre del plazo para presentar candidaturas, están lejos de aclararse. Esto es, si CFK será candidata a senadora nacional por Buenos Aires o bien se replegará a Santa Cruz o no participará; si Sergio Massa será de la partida o dejará que encabece Margarita Stolbizer y si el macrismo conseguirá finalmente un candidato competitivo. Esta situación de múltiple incertidumbre es básicamente la que generó un espacio para el crecimiento de la figura de Florencio Randazzo como supuesto unificador de buena parte del espectro peronista. No es un secreto, por otra parte, que a la Casa Rosada le interesa que el ex ministro del Interior sea de la partida, porque de ese modo tendría garantizada la división del voto peronista, ya que aquél inevitablemente debería competir con un rival del cristinismo. Y esto sin hablar del massismo. Pero no es menos cierto que el interés oficial bajaría a prácticamente nada si Randazzo decidiera competir en la interna del PJ, donde sería probablemente vencido por el aparato de los intendentes que responden a la ex presidente.

El peso de los padrones

Justamente, los intendentes K vienen deliberando periódicamente y trabajando sobre la hipótesis de que Cristina, pese a su 30 por ciento de intención de voto en algunas encuestas, termine diciendo que no. En las oficinas de esta última hay versiones variadas. Están los que dicen que para volver a pelear la presidencia en el 2019 necesita ganar en Buenos Aires este año y los que sostienen que, si se impone un candidato K, igualmente ella quedará reforzada en sus ambiciones de volver al poder sin tener que sufrir las duras embestidas por la corrupción que sufriría durante la campaña.

El caso es que la mayoría de los barones K del conurbano empezarían a simpatizar con un plan electoral simple y efectista: tratar de arrasar en la Tercera Sección Electoral, donde se concentra casi un tercio del padrón bonaerense y donde Cambiemos y el massismo tienen pocos puntos de apoyo. Este cálculo matemático parte de la base de una alianza entre los dos distritos que más votantes suman en la provincia: la Matanza y Lomas de Zamora (el primero más de un millón y el segundo 650.000).

En otras palabras, se trataría de un pacto para que Verónica Magario sea la candidata a primera senadora nacional y Martín Insaurralde a diputado nacional. Ella viene tanteando el terreno sobre todo mirando a CFK y con la expectativa de que ésta no la vete. Insaurralde sería, por su parte, la cara moderada capaz de captar a simpatizantes de Randazzo y hasta a algunos massistas.

Distante del cristinismo ortodoxo, el lomense intentaría así colocarse en la línea de partida para una eventual candidatura a gobernador en el 2019. Claro está que una alianza cerrada en torno a dos figuras de la tercera sería un gesto casi de desprecio hacia la Primera Sección, donde el kirchnerismo controla pocos distritos, ya que se trata de la patria del massismo. Sería, en definitiva, de concretarse, un experimento en el sentido de probar si la sección electoral más grande puede arrastrar por su propio peso los suficientes votos en las secciones más chicas como para ganar la elección.

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