Por Carlos Tórtora.-

La confesión de uno de los detenidos, Darío Méndez, de que José Albistur fue quien encargó la pegatina de afiches que acusan a Cristina Kirchner de asesina, agudiza el enfrentamiento entre ella y Alberto Fernández. Albistur no es sólo su amigo; es quien le presta el departamento de Puerto Madero, que es su residencia particular, y en el círculo de relaciones de Alberto ocupa un lugar preferencial. El episodio, que recién empieza, puede tener diversas implicancias. La vicepresidenta es una experta en victimizarse y esta situación le viene como anillo al dedo para ratificar que hay una conspiración en su contra. Albistur no es cualquier empresario; es el mayor empresario gráfico del peronismo. Este escándalo es la primera ocasión en la que se comprueba la vieja acusación de CFK acerca de una conspiración en su contra desde el entorno presidencial, lo que obligó al relevo del vocero presidencial Juan Pablo Biondi un año atrás. No se puede dudar de que detrás de Albistur está el presidente, lo que tira abajo toda la puesta en escena de éste, que se muestra en público como conciliador y buscando el diálogo.

Victimización

El escándalo de los afiches fortalece a Cristina en su pulseada. Ahora es una vicepresidenta atacada por su jefe a través de operadores de primer nivel. Las pretensiones de ella de que se cambie el gabinete pueden subir de precio. Pero además, queda en claro que Alberto está embarcado en una guerra contra ella que ahora sí parece sin retorno. Esta nueva situación haría también que se derrumben todas las gestiones para atenuar el enfrentamiento entre el albertismo y el kirchnerismo duro. De ahora en más, el clima de desconfianza podría ser absoluto y tal vez las operaciones de ambos lados empiecen a multiplicarse.

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