Por Carlos Tórtora.-

En una primera lectura, el espectacular resurgimiento del caso Báez con las filmaciones en SGI, sumado a la múltiple evasión tributaria de Cristóbal López, le dan al gobierno tal vez lo que más necesite hoy: la canalización del repudio de la opinión pública hacia el kirchnerismo, lo que sirve para distraer de los padecimientos del ajuste que se hacen sentir progresivamente. Sin embargo, un segundo análisis del problema indica que la puesta en marcha de causas que apuntan directamente sobre la figura de CFK puede ser un arma de doble filo político para el gobierno. Para empezar, hasta ahora el oficialismo viene cosechando muy buenos resultados en el Congreso gracias a las fluidas relaciones con casi todo el arco peronista, incluyendo a disidentes como Diego Bossio o históricos como Miguel Ángel Pichetto.

Pero si la lupa judicial empieza a posarse en Cristina y su entorno, buena parte del peronismo -incluso no cristinista- se vería obligado a solidarizarse con la ex presidente. Las razones de esto son múltiples: para empezar, sobre todo la investigación del imperio de Cristóbal López puede llevar a destapar negociados que implicarían a varios gobernadores peronistas. En segundo lugar, a Macri le conviene que el peronismo siga dividiéndose pero sobre la base de cuestiones internas y de críticas a la ex presidente surgidas de sus propias filas. Otra cosa sería que aparezca la agresión externa de la justicia que “victimice” al cristinismo. Como se vio hasta ahora, no hubo un solo dirigente peronista que condenara los 12 años de saqueo sistematizado llevado adelante por los tres gobiernos K.

Y ni que hablar del efecto sumamente incómodo que tendría para Sergio Massa, principal aliado de la Casa Rosada, que CFK terminara procesada. Su capacidad de criticarla es muy limitada, ya que fue su Jefe de Gabinete de Ministros y tampoco tiene margen para apoyarla, ya que su público es marcadamente anti-k. Es decir que Massa debería pasarse el tiempo eludiendo una definición.

La vuelta del antiperonismo

Este panorama explica en parte que Elisa Carrió sea el motor político que impulsa los casos Báez y López. Ambos conducen a inclinar al PRO hacia el antiperonismo y al peronismo contra el PRO. El principal obstáculo de Carrió desde diciembre fue la amistad política entre Macri y Massa y el diálogo fluido con el peronismo. Si las causas de López, Báez y otros se agilizaran a partir de ahora, el año que viene bien podrían estar maduras para el juicio oral. Es decir, en plena campaña electoral, Cristina sentada en el banquillo de los acusados.

No parece ser el clima ideal para que CAMBIEMOS sume votos peronistas. Aun cuando la división entre el peronismo y el kirchnerismo es honda, no es menos cierto que el primero no deja todavía de sufrir el síndrome de Estocolmo. Es decir que no puede sacarse de encima el haberse sometido al matrimonio Kirchner durante más de una década. Y esto sin formular una sola crítica.

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