Por Carlos Tórtora.-

Desde hace más de dos años, el gobierno viene construyendo decididamente la polarización entre Mauricio Macri y Cristina Kirchner. El plan, hoy vigente, consiste en que la mayor parte de la clase media se asustaría con la posibilidad del retorno al poder de ella y optaría por un voto resignación por Cambiemos. En este sentido, los deseos del oficialismo se han hecho realidad: la vuelta al poder de CFK es hoy una probabilidad creíble. ¿En qué falló entonces la estrategia del macrismo? Hasta ahora, en dos puntos. En primer lugar, Macri ya no polariza desde la fortaleza sino desde la debilidad, es decir que se lo ve declinando. En segundo término, no surge claramente que la posibilidad del retorno de Cristina produzca el pánico esperado. Es que, para empezar, el peronismo en su conjunto está actuando como un colchón colocado entre la ex presidente y la sociedad. En el intrascendente congreso del PJ celebrado en Ferro el miércoles pasado, se vio a las claras que el cristinismo mueve los hilos del partido y que Sergio Massa, golpeado por la ofensiva de Roberto Lavagna, se recuesta en su relación con los kirchneristas. Así las cosas, el anti-kirchnerismo ha prácticamente desaparecido del mapa peronista, lo que influye en la opinión pública. Paralelamente, el fárrago de causas judiciales que la implican a ella no parece encender ninguna reacción social, por causas que son complejas y múltiples. Por ejemplo, en el caso de los cuadernos de las coimas, la aparición de Marcelo D’Alessio como el sustento de muchas de las investigaciones del fiscal Carlos Stornelli, desprestigió la actuación judicial, aun cuando formalmente no influya en el curso de aquel expediente. Que un personaje como D’Alessio haya participado de investigaciones en el primer nivel de la seguridad y la inteligencia habla a las claras del naufragio del macrismo en temas tan sensibles.

Volviendo a Macri y Cristina, aunque perdiera las elecciones, esta última tiene asegurada una masa de legisladores, gobernadores e intendentes como para ser un factor de poder insoslayable. En cuanto al macrismo, su fracaso económico irreversible en los próximos meses- lo obliga a Macri a apostar todas sus fichas a que se manifieste en las urnas el temor a Cristina que hoy no aparece con tanta fuerza como se suponía.

Una tendencia marcada

La obsesión por mantener la tranquilidad cambiaria, hoy el único activo de Cambiemos para pelear por la reelección de Macri, tiene como contracara la peor recesión desde la debacle de 2002, con el consecuente incremento de la morosidad bancaria. La ultraortodoxia monetaria del Banco Central, combinada con la reducción en términos reales del gasto público, confirma que no existen muchas chances de un año expansivo, lo que agravará el cuadro recesivo. Y esto agravará el ahogo financiero de las empresas. En términos políticos, mantener la coherencia del déficit cero significa para el gobierno abrirle las puertas de un triunfo al peronismo, a pesar de la pesada hipoteca que carga Cristina Kirchner por sus pésimos últimos años en el poder. La aparición de Roberto Lavagna como presidenciable apunta al mismo marketing electoral, ya que él simboliza el crecimiento de la economía luego de la debacle del 2001. Lavagna se oferta por si CFK decide finalmente dar el paso al costado, lo que resulta bastante improbable. Las expectativas del oficialismo pasan por la persistencia de la división del peronismo en las urnas, una constante desde el 2003.

En este sentido, las candidaturas de Massa y Juan Manuel Urtubey, de no superar holgadamente los 10 puntos, que es lo que ocurre hasta ahora, podrían resultar funcionales objetivamente al interés del gobierno. En el cristinismo advierten la brecha que se está produciendo y tratan de aprovecharla. El kirchnerismo empieza así a manejar el discurso de la unidad partidaria y de una primaria donde compitan los que desafíen a la ex presidente. Esto a sabiendas de que es difícil que Massa, Urtubey o Lavagna se suban al ring para pelear con una candidata que les lleva 20 puntos de diferencia.

En síntesis, una sucesión de hechos diversos, de los cuales el más importante es el desastre económico, le está abriendo el camino a Cristina para acerarse otra vez al poder. Y convertirse en una especie de Manuel López Obrador. Macri, por su parte, luce arrinconado y dependiente de que los fantasmas del pasado sean lo suficientemente fuertes como para decidir el futuro.

Share