Por Rodolfo Patricio Florido.-

Ahora que todo terminó, el Gobierno Nacional tendrá que, imperativamente, dar precisiones e información detallada (circunstancias, nombres y apellidos, funciones y cargos) sobre las redes de complicidades policiales y políticas de los tres evadidos. Lo que la Justicia determine luego es otro tema. Lo primero es mostrarle a la ciudadanía argentina que expresiones como “vamos a llegar hasta el fondo”… no están, nuevamente, vacías de contenido.

La combinación de actores “expertos” que no saben ni entienden NADA de NADA con algún periodismo entre perverso y falaz que sólo hace reflexiones post facto sobre lo que está bien y está mal, le da a la búsqueda y captura de los hermanos Lanatta y Víctor Schillaci un valor que debería generar profundas reflexiones, a saber:

Una de las primeras reflexiones debería hacérsela en profundidad el periodismo. Y ésta es la absoluta y excluyente responsabilidad del Gobierno Nacional anterior al actual y del actual Gobierno socialista de Santa Fe, que ha convivido sin éxito alguno con un narcotráfico que le cooptó la Provincia y a su Policía. Después de tres períodos de Gobierno, no sólo no han logrado detenerlo sino que ahora se ha puesto en evidencia que la corrupción política y policial está desmadrada.

Si el Gobierno Nacional ha tenido alguna responsabilidad, ésta es no haber evaluado consistentemente el nivel de destrucción institucional, humana y de recursos reales de las Fuerzas de Seguridad, de sus conducciones y de la corrupción que las penetra y/o las acecha. Si alguien piensa que no es así, sólo hace falta que observen que el delito se ha adueñado de casi todas las expresiones humanas organizadas. Luego de doce años de Gobierno kirchnerista, sumado a la inutilidad del Gobierno de De la Rúa, más el caos económico y social que se gestó desde esa época en adelante, lo cierto y concreto es que ni el deporte nacional por definición, el fútbol, lejos de popularizarse como pretendía el “Fútbol para Todos”, ha vaciado las canchas, quebrado los clubes y entronizado a los violentos, delincuentes, lavadores de dinero y mano de obra desocupada pero paga para los actos políticos especialmente aquellos relacionados con la violencia. Esto y no otra cosa son las barras bravas. Un grupo de personas violentas, estúpidas pero impunes. Un grupo que; lejos de ser una Mafia como la italiana o la norteamericana, han logrado que la política y las Fuerzas de Seguridad no hayan podido controlarlas. Y no la han erradicado o por inútiles o por socias. La política las usa y ellos usan la política. Una parte de la Policía las reprime y otra parte les cobra un porcentaje.

El Jefe de Gabinete, Marcos Peña, afirmó una verdad absoluta: “El desmanejo de las fuerzas de seguridad es un fracaso de la política”. Perfecto. El diagnóstico es perfecto. Ahora bien, el diagnóstico, sin tratamiento urgente y con mensajes confusos, sólo logrará profundizar el desastre de lo que observamos. Una enfermedad grave bien diagnosticada pero sin tratamiento es sólo certeza de muerte. Tan cierto como es que el Gobierno Nacional no tuvo la culpa en la evasión comprada de los Lanatta y Schillaci y que durante la evasión y después de ésta los delincuentes tuvieron la más que obvia colaboración de autoridades policiales, políticas y quizás hasta judiciales, es cierto también que esta evidencia debe servir para reformular con rapidez -aunque haya errores- todas las estructuras de seguridad. No hacerlo será suicidarse. Porque ni la inflación ni la pobreza ni las inversiones podrán enfrentarse si, parafraseando a Marcos Aguinis, “la matriz del infierno” no es atacada, destruida, mientras un nuevo paradigma es construido. La violencia, los corruptos y los violentos lo saben. Si ellos logran instalar que el nuevo Gobierno no puede con casos como el actual, todo se irá desmadrando. La población tiene grandes expectativas pero esas expectativas se esfumarán si comienza a percibir que la debilidad es más peligrosa que la arbitrariedad corrupta organizada. ¿Pensamiento perverso? NO. Las sociedades suelen temerle más a la debilidad que al orden corrupto de los perversos, los impunes o los inescrupulosos.

El diálogo es un instrumento extraordinario. Pero sólo será posible cuando no esté teñido de cálculo u operaciones. La periodista de Infobae, Silvia Mercado, señaló de manera taxativa y sin el uso de condicional, lo siguiente: “De repente, alguien se comunicó con Pullaro, Ministro de Seguridad de la Provincia de Santa Fe. Le informaron que habían logrado detener también a Christian Lanatta. Aumentó la euforia. A los cinco minutos, otro llamado informó que también habían detenido a Víctor Schillaci. Hubo alegría, abrazos, felicitaciones mutuas. Un testigo del cónclave aseguró que ninguno de los dos llamados fueron atendidos por la Ministra Bullrich. Inmediatamente se activó la información oficial, que dieron primero el gobernador Miguel Lifschiftz, luego el presidente Mauricio Macri, después la gobernadora María Eugenia Vidal, y posteriormente el juez Sergio Torres y el fiscal Jorge Di Lello”. Algunos periodistas, cuando se supo que dos no estaban detenidos, se solazaron en su pulsión por mostrarse implacables, señalando que debería haberse confirmado el dato antes de hacerlo público. Ridículo. ¿Desde cuándo debe confirmarse lo que un Ministro que se supone controla sus FFSS informa oficialmente a su par de la Nación? ¿Por qué debería -sin ofender al Ministro y al Gobernador de Santa Fe- que la información oficial de un Gobierno Provincial es falsa? Esto es una auténtica locura y sólo muestra que la corrupción, combinada con la ineficiencia más absoluta, se ha mezclado en todos los niveles de este absurdo nacional. Un experto no identificado afirmaba con razón: «No hay más investigación criminal en la Argentina desde hace mucho tiempo; está todo destruido, hay anarquía, complicidad, colonización de todos los estamentos». Y agregó: «no hay una conspiración, sino pequeñas decisiones en muchos lados para provocar daño y evitar que se imponga un orden, porque en el desorden gobiernan el crimen y la delincuencia».

Si en algo sirve y servirá este caso testigo es para mostrar descarnadamente cuán profundo es el colapso de seguridad y crimen que colusiona a los tres poderes de la República y que infiltró todas las FFSS. Ya no es tiempo de debilidades o cálculo. O se enfrenta esta anarquía organizada o veremos en pocos meses cómo lo peor de la política, del crimen y de la corrupción se llevan puesto a un Gobierno que tiene todas las posibilidades de triunfar si está dispuesto a cumplir una máxima del juego nacional de naipes, o sea, el truco, y que reza así: “Si una carta está marcada, se tiene que cambiar el mazo, no la carta”.

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