Por Carlos Tórtora.-

En los últimos días Alberto F recibió fuego amigo de diverso origen. Para empezar, Juan Grabois exigió, entre otras cosas, el aumento de las retenciones y el impuesto a los bienes personales, así como la reforma agraria, y habló de que éstas y otras demandas tienen “mecha corta”. En otro terreno, Julio de Vido sentenció en un reportaje que “no puede haber un gobierno peronista con peronistas presos”. La frase tiene un alto contenido de amenaza implícita e igual que en el caso de Grabois, la urgencia del reclamo es absoluta.

En ambos casos se trata de personajes que se encuentran en las antípodas políticas de Alberto Fernández y que no gozan de buena reputación, por lo cual a él le conviene tenerlos de enemigos. Todo indica, además, que Grabois no conseguirá que el gobierno tome las medidas que él pide ni De Vido conseguirá tampoco que Alberto le firme a él, a Lázaro Báez y a Roberto Baratta, un indulto presidencial.

En cuanto al nivel de perjuicio que estas presiones significan para el presidente electo, el mismo es muy relativo. Ni Grabois ni De Vido tienen hoy por hoy penetración en las filas del peronismo como para que una postura de ellos provoque una crisis interna.

En suma, se trata casi de enemigos ideales, con baja aceptación en las filas peronistas. Sólo en el caso de que el gobierno estuviera ante una crisis social de difícil control podría Grabois volverse importante. En cuanto a De Vido, sus amenazas solapadas de revelar cuestiones del pasado que podrían afectar a Alberto F sólo serían creíbles si éste estuviera muy golpeado en su credibilidad.

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