Por Guillermo Cherashny.-

En la elección presidencial, cerca de un millón y medio de votantes pertenecientes a la familia militar y policial votaron masivamente a Mauricio Macri para cambiar la política de derechos humanos del cristinismo, que convirtió en héroes a los asesinos de los años ‘70. El ejecutor de esta política es Claudio Abruj, Secretario de Derechos Humanos, perteneciente a la colectividad judía pero a su vez enemigo ideológico del actual primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y parece que Avruj quiere imitar al canciller Héctor Timerman, que decepcionó a la comunidad judía y a Israel, que lucha día a día contra el terrorismo de Hamás, que acaba de instruir a un lobo solitario en Paysandú, Uruguay, donde apuñaló a un dirigente de la comunidad. Se teme que pueda ocurrir en nuestro país y existe una gran preocupación de la actual conducción de la DAIA. Cabe señalar que Hamás, el movimiento de resistencia islámica, es un desprendimiento de la OLP, donde se entrenaron los montoneros del ‘76 al ‘80 para volver al país en la llamada contraofensiva estratégica, donde enviaron a la muerte a esos combatientes. En la comunidad judía se dice que Claudio Avruj no existe, que se presentó en las elecciones de la DAIA en el anterior período y fue derrotado ampliamente y que no fue el único ideólogo de la «compra» del relato del heroísmo montonero sino que el autor del giro es el todopoderoso Marcos Peña jefe de gabinete.

Ayer falleció el militar N° 343 de los detenidos en la cárcel, que tenia 86 años y que fue mal atendido en varios hospitales. Y todavía hay cientos de ellos con más de 70 años a quienes no les permiten detenerlos a domicilio como reclamó Elisa Carrió por razones humanitarias y lo peor es que metieron en ese relato al presidente Barack Obama, que no fue informado por el gobierno de que los Montoneros asesinaron en Córdoba al cónsul norteamericano John Patrick Egan. Aunque tampoco la CIA ni el FBI le informaron, por lo cual hay doble responsabilidad.

Lo peor de todo es que Obama viene de La Habana, donde terminó una historia de guerra fría de más de 55 años y en la Argentina hay una grieta de 40 años que se suponía que el gobierno Macri venía a cerrar. Pero lo que está haciendo es ahondarla.

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