Por Carlos Tórtora.-

Concentrado ciento por ciento en la cuestión electoral, el gobierno ya va delineando algunas estrategias. La más obvia es que el oficialismo se presenta ahora como moderado en aspectos en los que hasta ahora mostraba mano dura. El símbolo de esto es, sin duda, la compra de 20 millones de dosis de Pfizer. En otro campo, se flexibilizaría pronto el cepo a las exportaciones de carne y se ampliaría el plan Ahora 12. La idea es crear una sensación de pospandemia, pero los datos duros no ayudan. La cantidad de fallecimientos y contagios continúa alta y los expertos dan por descontado que la variante Delta tendrá circulación masiva durante el mes entrante. Y esto contando sólo con el 13 por ciento de la población vacunada con segunda dosis.

La moderación política está expresada en Victoria Tolosa Paz y Leandro Santoro como cabezas de lista de los dos principales distritos. Las listas de candidatos están plagadas de kirchneristas duros pero aquellos dos dan una imagen de centroizquierda progresista, siendo ambos amigos de Alberto Fernández. Éste se vio así restaurado, aunque sea parcialmente, en su rol institucional. El reflotamiento del presidente se confirma con la colocación del intendente de Hurlingham Juan Zabaleta como Ministro de Desarrollo Social. Zabaleta, que fue randazzista y ultrakirchnerista, además de coquetear con el PRO, es hoy por hoy el intendente más allegado a AF. Esto tendría un límite con la elección del sucesor de Agustín Rossi, que se va del gobierno como un rebelde pero que siempre se alineó con Cristina, lo que hace suponer que ella tendrá la última palabra. Ayer se mencionaba a Daniel Scioli como un firme candidato a Defensa. Otra muestra de moderación fue la reunión de Alberto con Guillermo Lasso, el derechista nuevo presidente de Ecuador, que estaba entre los cuestionados por nuestra cancillería.

La pax electoral entre Cristina y Alberto es una premisa obligada para tratar de mantener aferrado al electorado de clase media que en el 2019 votó al Frente de Todos y se empezó a desilusionar a partir del año pasado.

La indagatoria

Si la imagen de moderación es una línea central de la estrategia electoral, otro eje sería la campaña sucia. Las miradas preocupadas de la dirigencia opositora apuntan a la causa por contrabando agravado de material antimotines a Bolivia, en la cual está imputado Mauricio Macri. La causa por el envío de material de seguridad a Bolivia coincidente con el golpe de estado que derrocó al entonces presidente Evo Morales avanza desde que se conoció el hecho. Anteayer, fue imputado el gendarme Adolfo Héctor Caliba por coordinar con la policía boliviana el envío de elementos represivos.

Una versión trascendida en medios judiciales, operadores judiciales del gobierno estarían tratando de que el juez Javier López Biscayart emita rápidamente la citación a Macri para que éste preste declaración indagatoria. Esto lo pondría al borde de su detención, que sería el objetivo político mayor: envolver a Juntos en un escándalo lo suficientemente grande como para arrastrar mediáticamente a la campaña electoral. Macri, que continúa en Europa, se estaría tomando muy en cuenta el Boliviagate, ya que organizó una reciente carta pública de 18 ex presidentes latinoamericanos cuestionando al gobierno Argentino por la denuncia en contra suya. A todo esto, un tema central es qué hará Horacio Rodríguez Larreta si Macri es procesado. Podría limitarse a un apoyo moderado tratando de no quedar demasiado pegado a su ex jefe. Pero esto no es tan sencillo. El macrismo entero podría verse envuelto en este torbellino, cuando los dos principales candidatos de Juntos, Diego Santilli y María Eugenia Vidal, siguen un perfil centrista y distante de los temas conflictivos.

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