Por Guillermo Cherashny.-

Después del fracaso del aumento de tarifas el gobierno espera la audiencia pública del 16 de septiembre pero esta vez, con un mínimo acuerdo con los ex secretarios de energía y con un gradualismo que antes no tuvo, aunque insista en que en el aumento del gas sí lo hubo, pero las numerosas facturas con altos precios en consumidores residenciales, comercios e industrias lo desmiente.

La clave del gradualismo estará en el precio de gas boca de pozo que, según el ministro Aranguren era de U$S 5,50 el millón de BTU que surgía de una combinación del gas natural de Bolivia, que está en U$S 3, el traído de Chile, en U$S 5, y el que viene en barcos, en cerca de U$S 7, y en el local, que estaba en un promedio de U$S 5 en de los pozos viejos y en U$S 7,50 el nuevo pero, como el gobierno no tiene control sobre cuál es nuevo y cuál viejo, las petroleras le cobraban el valor de U$S 7,50. Este precio es un subsidio que venía de la época de Cristina-Kicillof y que continuó este gobierno y que es muy cuestionado, porque el precio internacional estaba muy por debajo, lo mismo que el petróleo, que se paga U$S 67 el barril y está en U$S 45. Pero la clave del desborde fue que en las del año 2015 el gas boca de pozo estaba en U$S 2. Y decimos estaba, porque el gobierno actual esconde los precios que la Corte Suprema llama precio de iniciación de transferencia y, como este precio es el 70% de la factura, el número es clave, de ahí que se hable de un aumento máximo del 300% que se verá en la audiencia.

Si el gobierno logra que la audiencia pase sin sobresaltos, la esperanza está en que en el año 2017 ya se vea que la economía empieza a crecer, ya que en el último trimestre de este año habrá una importante cosecha de trigo al eliminarse la prohibición de exportar y se habrá iniciado la obra pública, de modo que el crecimiento del año que viene sea del 3% pero el problema clave es si ese crecimiento con una cosecha muy importante y la obra pública llega a la gente para arrancar el año electoral con posibilidades de triunfo.

En el plano político, la estrategia será polarizar con el cristinismo, así la gente compara este mal año con el desastre anterior del cepo, el default y el autoritarismo de Cristina y, como este sector está jugado al fracaso del gobierno, la presencia permanente del cristinismo en las calles, aunque con poca gente y en los medios, le sirve el gobierno para hacer más digerible la recesión y la inflación, que parece estar bajando, quizás por la recesión y la caída del consumo.

El peronismo, por su parte, tomando en cuenta a la mayoría de los gobernadores y los intendentes del conurbano anuncia su desvinculación de Cristina pero varios intendentes y gobernadores no se animan todavía a romper con la ex presidente, más teniendo en cuenta que encuestas del gobierno le asignan a ella un 30% de intención de voto, en tanto otros encuestadores dicen que sólo tiene el 15%, lo cual lo transforma en una secta, pero la caciques peronistas del país y del conurbano todavía no saben a qué encuestador creerle y juegan a dos aguas.

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