Por Carlos Tórtora.-

“Esperemos que no”, fue la elusiva respuesta de Alberto Fernández ante la pregunta de si la cuarentena podría extenderse hasta el 15 de septiembre. La realidad es que en el gobierno hay preparativos para varias prórrogas más del aislamiento y el razonamiento que más se escucha en el oficialismo es que el pico de casos recién se dará en julio, por lo cual agosto debería ser el mes de transición hacia la liberación total de actividades. Mientras tanto, las señales fueron todas en el mismo sentido: los contagios de María Eugenia Vidal y Martín Insaurralde le sirvieron al gobierno como ejemplo que atemoriza a la clase política. Por otra parte, la curva de crecimiento de los contagios coloca al sistema de salud al borde de su saturación, lo que obligaría a mantener las medidas para restringir al máximo los contagios. Por último, está la situación de desborde que viven Brasil y Chile, con altísimos números de muertes y contagios. La estrategia para mantener la cuarentena sería la seguida hasta ahora. Esto es, no hablar de lo que ocurrirá más allá de la próxima quincena e ir entonces paso a paso.

Seguir la lógica propia

De más está decir que la cuarentena le permite al gobierno mantener casi inmovilizada la actividad política y le da un margen de maniobra amplio al presidente. Pero la situación tiene algo de trampa porque, cuanto más se estire el aislamiento, mayores son los costos económicos que se deberán pagar y más difícil será la salida. Una estadística provisoria indica que cerca del 20 por ciento de los comercios de la Capital no reabrirán sus puertas, porcentaje que aumentaría en las próximas semanas.

Pese a esto último, el gobierno parece estar jugado a continuar con su propia lógica, suponiendo tal vez que el emerger como un modelo exitoso de combate contra el Covid-19 lo pondría al abrigo de los embates que se aproximan, lo cual es más que dudoso.

En esta estrategia de continuidad del aislamiento, Alberto parece haber encontrado en Axel Kicillof un aliado inapreciable. Por ejemplo, para frenar los impulsos flexibilizadores de Horacio Rodríguez Larreta, que gobierna el distrito más complicado y a la vez reacio al aislamiento.

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