Por Carlos Tórtora.-

Durante casi dos años, la confrontación entre el discurso macrista y el de Cristina Kirchner hegemonizó la política nacional. Mauricio Macri conseguía con este mecanismo que se refrescaran en la memoria colectiva la corrupción y el autoritarismo de la gestión K, siendo CFK la candidata ideal para vencer en una segunda vuelta, por el rechazo que sufría en los sectores independientes. Por su parte, ella aprovechaba los ataques oficiales para situarse en el centro del ring como jefa del peronismo.

Este sistema funcionó para ambos con tendientes hasta fines del año pasado. Entonces ocurrieron hechos que modificaron el esquema. La opinión pública dio muestras de cansancio ante la secuela interminable de los procesos por la corrupción kirchnerista. Y a partir de la crisis por la reforma previsional en diciembre pasado, hubo un giro hacia el fin del romance entre Macri y la clase media y el enojo con Cristina pasó al segundo plano.

Esta situación coincidió con que la ex presidente cambió de táctica y dejó de ofrecerse como sparring de Macri para para pasar a un cauteloso silencio que interrumpe muy de vez en cuando. Este mutismo descolocó al gobierno, ya que su estrategia de polarización se hacía sencillamente imposible. A partir de entonces aumentó el desgaste de la imagen de Macri y, como es obvio, el gobierno no encontró a nadie que supliera el rol de CFK como el enemigo ideal.

De este modo, el máximo recurso de Jaime Durán Barba para asegurarle a Macri una posición ganadora simplemente dejó de funcionar. Para colmo de males, el gobierno y varias encuestadoras tienen ya medido que el cambio de táctica de CFK es un rotundo éxito. Su silencio empuja a que sus críticos tengan una actitud más contemporizadora y en general la sociedad ve con buenos ojos su prudencia actual. Este éxito se refleja en recientes mediciones que la dan como ganadora por alrededor de 6 puntos en un ballotage con Macri.

El nuevo marketing

Así las cosas, los cerebros del marketing político del oficialismo apuntan ahora hacia una nueva estrategia. La misma consistiría en instalar en la sociedad un escenario de pánico económico para el caso de que haya ballotage entre Macri y Cristina y que esta última tenga chances de ganarlo. El producto para venderle al imaginario colectivo es simple: ante el peligro de un retorno a la Casa Rosada de ella, los mercados internacionales reaccionarían marginando a la Argentina, por ejemplo con un aumento importante de la tasa de endeudamiento y en el plano local crecería la fuga de capitales, la inflación y la caída del consumo. O sea, la predicción de un verdadero apocalipsis económico ante un nuevo avance K. Esto implica obviamente un cambio en el posicionamiento del mismo Macri: ya no se trata de mostrar que la ex presidente es una segura perdedora sino de plantear que está no lejos de volver al poder y que la economía no soportará su retorno.

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