Por Carlos Tórtora.-

La semana que comienza le depara al gobierno definiciones importantes en el marco regional. Este martes podría saberse quién será el próximo presidente de los EEUU y el resultado de esta elección no le es indiferente a Alberto Fernández. Las encuestas, por abrumadora mayoría, marcan un triunfo de Joe Biden y alimentan entonces esperanzas en la Casa Rosada. Durante los últimos dos años, la política latinoamericana estuvo signada por el peso de la alianza entre Donald Trump y Jair Bolsonaro, debiendo acomodarse el conjunto del continente a este fenómeno. Como es sabido, Bolsonaro y Alberto Fernández son enemigos declarados y hasta ahora no se conoce ni que hayan hablado por teléfono. Ahora, si gana Biden, desaparecería esta relación especial de Itamaraty con Washington. Se abriría entonces un espacio para el proyecto de Alberto Fernández de hacer del hoy congelado UNASUR el nuevo foro de la política regional. En este plan entraría el flamante presidente electo de Bolivia, el delfín de Evo Morales, Luis Arce, así como también, si gana la presidencia de Ecuador en abril próximo, el ahijado político de Rafael Correa, Andrés Arauz.

Se trata éste de un proyecto muy caro a Alberto Fernández, que confesó que añora los tiempos de Chávez, Kirchner, Lula, Evo y Correa.

Mientras se define si hay espacio para estos sueños kirchneristas, Martín Guzmán, devenido en superministro, libra su batalla contra la devaluación luego de bajar el contado con liqui y el dólar blue. Por ahora el presidente parece apostar a la supervivencia de un gabinete sin muchas luces donde se va imponiendo el peso del ministro de economía. Los próximos 30 días serían cruciales para estabilizar la economía y darle al gobierno un piso suficiente como para encarar el año electoral. La plena ratificación de Guzmán tomó por sorpresa a la mayor parte de la cúpula de Juntos por el Cambio, que esperaba un cambio en la conducción económica. Si Guzmán se afianza y la situación tiende a descomprimirse para el gobierno, probablemente el ala moderada del macrismo se vea fortalecida. Esto es, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, siempre partidarios de llevar un diálogo razonable con la Casa Rosada. A la inversa, si la economía nuevamente se descontrola y sobreviene una devaluación importante, encontrarían espacio los halcones del macrismo. Esto es, el propio Macri y Patricia Bullrich.

Ella gana una batalla en tribunales

Fiel a su nuevo estilo político, Cristina Kirchner volvió a su mutismo luego de la carta con la que conmocionó al kirchnerismo. La vicepresidenta está atenta a la resolución de la Corte Suprema sobre el per saltum presentado por los camaristas Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Germán Castelli. El hermetismo del tribunal confirmaría que el único camino para un fallo consensuado entre los cinco jueces sería seguir un criterio ecléctico, o sea ratificar los traslados de los nombrados pero dándoles la condición de jueces subrogantes. Un intento de quedar bien con Dios y con el diablo.

Mientras la Corte tiende a evitar el conflicto de poderes con el Legislativo y el Ejecutivo, la vicepresidente se anotó un éxito en otra de sus incontables batallas judiciales. La jueza federal María Eugenia Capuchetti rechazó el pedido de la UIF (realizado en tiempos de Macri presidente) para que se reabriera la investigación por enriquecimiento ilícito contra CFK, que fuera sobreseída por Norberto Oyarbide. En sus fundamentos, Capuchetti se explayó sobre la importancia de no atentar contra la cosa juzgada. Se trata de un fallo especialmente importante para CFK, porque apunta a cerrar el camino para la revisión de cualquier sentencia que ponga punto final a las causas por corrupción. Es un golpe a los que vienen sosteniendo que debe aplicarse la doctrina de la cosa juzgada irrita contra los fallos que son manifiestamente antijurídicos.

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