Por Carlos Tórtora.-

El proceso poselectoral ya comenzó con los rumores de ayer de que Daniel Scioli sería el sucesor de Martín Kulfas en el Ministerio de Producción, mientras que un conocido abogado kirchnerista suena para reemplazar a otro albertista, Claudio Moroni, en el Ministerio de Trabajo. Alberto Fernández partió a Roma sin Joe Biden ni el Papa Francisco en su agenda y con un clima nuevamente enrarecido en Olivos. Hasta ahora, el kirchnerismo duro ha repetido el mismo esquema ante las crisis de gobierno. Es decir, criticar como si no estuviera en el poder y plantear que los tropiezos del gobierno se deben a que no practica el suficiente kirchnerismo. Así fue durante la crisis que se centró en la renuncia de la Ministra de Justicia Marcela Losardo. En la crisis más reciente, la posterior a las PASO, el cristinismo forzó las renuncias de Santiago Cafiero y Juan Pablo Biondi con el argumento de que había que profundizar el rumbo kirchnerista. Todo indica que en la crisis que está a punto de iniciarse si se verifican en los hechos las encuestas sobre sobre el 14 N, el kirchnerismo duro planea reeditar un esquema similar. Esto es, liquidar lo poco que queda del albertismo en la estructura de gobierno. La diferencia con las situaciones anteriores es que la nueva ofensiva K encontraría a un presidente ya anémico sólo con cuatro ministros que le responden -Kulfas, Moroni, Zabaleta y Cafiero- y erosionado en su investidura por el despliegue de poder que hace Juan Manzur.

Guzmán se adapta

La otra incógnita es si la nueva ofensiva alcanzaría al Ministerio de Economía, cuando el ministro Martin Guzmán se dedica a adular a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, en un desopilante intento por lucir progresista. Hasta ahora Cristina Kirchner evitó concentrar el fuego sobre Guzmán, aunque la designación de un super Secretario de Comercio como Roberto Feletti le achicó más el margen de acción al ministro de economía. Otra diferencia con las crisis anteriores es que ahora existe una operación para gestar un acuerdo político con un programa económico acordado con el FMI. El autor de la maniobra es Sergio Massa y el operador económico Martín Redrado, que se ofrece como la prenda de paz entre CFK y el establishment local, lo que precipitaría la caída de Guzmán y Miguel Ángel Pesce. Si la vicepresidenta optara finalmente por un giro estabilizador hacia la derecha económica, de cualquier modo Alberto podría ser el jamón del sandwich entre ella y Massa. Como un síntoma de que prepara una nueva condena a la supuesta falta de convicción kirchnerista del gobierno, la vicepresidenta se llamó a silencio y tiene participación 0 en la campaña electoral, una forma de ganar espacio para una nueva embestida contra los funcionarios que no funcionan.

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