Por Carlos Tórtora.-

Con una decena de precandidatos a presidente ya en carrera, el peronismo vive un proceso centrífugo que también alcanza a los sectores que lo componen. Así es que el kirchnerismo está sumergiéndose en una áspera interna sin que Cristina Kirchner dé señales de intervenir en las disputas.

Los dos bandos que desde el año pasado pugnan por imponer sus estrategias son, por un lado, los intendentes del conurbano y, por el otro, La Cámpora. Esta última amaga con la candidatura a gobernador de Axel Kicillof, mientras que los intendentes tienen diversos aspirantes. Distanciada de Gustavo Menéndez, presidente del PJ e intendente de Merlo, la jefa comunal de La Matanza, Verónica Magario, y su pareja, Fernando Espinoza, mantienen la expectativa de la candidatura de la primera. Pero Máximo Kirchner tiene otras preferencias y apoya al alcalde de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, que secunda a La Matanza como el segundo distrito en cantidad de votos. No faltan terceros en la amplia franja de los intendentes, como Francisco Paco Durañona, alcalde de Carmen de Areco.

Con el Papa detrás

Recientemente, un sector ajeno al kirchnerismo vino a integrarse al mismo. Se trata de la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Privada), un movimiento social que lidera el operador del Papa Francisco Juan Grabois. El resquemor de La Cámpora ante este nuevo demandante de candidaturas no es menor, especialmente desde que Grabois se comunica con Cristina varias veces por semana. Wado de Pedro es uno de los dirigentes que trabajan para limar asperezas con Grabois.

También hay que computar ahora que, después de su ruptura con Sergio Massa, los diputados nacionales Felipe Solá, Daniel Arroyo y Facundo Moyano se sumaron al Movimiento Evita y le reportan también a Cristina. Una última mención es para Sergio Berni, que se mueve en este mosaico como una línea autónoma a través del Partido Republicano Federal.

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