Por Carlos Tórtora.-

El gran triunfo de Juan Schiaretti lo ubica en un rol nacional dentro del PJ: ser el gran elector de la interna peronista. Al gobernador de Córdoba se le abren tres alternativas que significan distintos rumbos políticos. La primera es apoyar la candidatura presidencial de Roberto Lavagna, decisión por la que brega, por ejemplo, Miguel Ángel Pichetto. La segunda opción es insistir en su punto de vista de que el candidato del peronismo K surja del voto. En este caso, estaría apoyando indirectamente a Sergio Massa, que está convencido de que les ganaría a Lavagna y a Juan Manuel Urtubey una primaria. Por último, le quedaría la opción de mantenerse neutral y en una posición prescindente para la elección a presidente. Sobre esto habría hablado con Schiaretti recientemente Alberto Fernández, obviamente en nombre de Cristina Kirchner. Ésta se propone disciplinar a los nueve gobernadores peronistas que apoyaron a Alternativa Federal y que no se reunieron más desde su último cónclave en Mar del Plata en febrero pasado. En dicha reunión, el gobernador tucumano Juan Manzur pateó el tablero y abandonó la reunión declarando que debía dialogarse con CFK.

El trasvasamiento

En realidad, el cristinismo ya viene dándole pruebas de buena voluntad a Schiaretti desde varios meses atrás. En marzo pasado, el kirchnerismo del Frente Córdoba Ciudadana, que impulsaba la candidatura a gobernador del diputado nacional Pablo Carro, decidió no participar en las elecciones del 12 de mayo en Córdoba, facilitándole así las cosas al gobernador. Ahora, el plan de CFK tendría como eje central que Schiaretti se distancie de Alternativa Federal aun cuando no se sume a Unidad Ciudadana. Esta movida podría impactar en otros gobernadores, como el sanjuanino Sergio Uñac o el entrerriano Gustavo Bordet. Este último ya declaró que, si bien prefería a Lavagna, no tendría ningún problema en pactar con Cristina.

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