Por Carlos Tórtora.-

La ofensiva del gobierno nacional contra el gobierno porteño pasó a ser casi la única acción política importante del oficialismo. El haber elegido a Horacio Rodríguez Larreta para polarizar es toda una definición por parte de Alberto Fernández. Máximo Kirchner lo puso en claro días atrás, al señalar que el jefe de gobierno porteño sigue los pasos de Fernando de la Rúa y Mauricio Macri, es decir, el candidato de una gran coalición opositora. Un interrogante no menor es qué busca el kirchnerismo recortándole los fondos coparticipables a la Ciudad. Obviamente pretende deslucir la acción de gobierno de Larreta, que se caracteriza por grandes emprendimientos de obra pública. Una administración local jaqueada por los recortes presupuestarios podría ver empañado su rendimiento y por lo tanto ver reducido su caudal de apoyo entre los porteños cuando todavía faltan tres años para la elección presidencial. Como es obvio, la estrategia de Larreta descansa en el éxito de su gestión más que en su construcción política, que es incipiente.

Pero además, el recorte de fondos resuena como una advertencia para todos los peronistas que coqueteen con el presidenciable del PRO. Larreta necesita el apoyo de un sector del peronismo y en esto trabajan Emilio Monzó, Rogelio Frigerio, Joaquín de la Torre y Cristian Ritondo, entre otros. Habiéndose disuelto el Peronismo Federal y estando Sergio Massa dentro de la coalición gobernante, hoy los disidentes sólo emergen a través del grupo de Roberto Lavagna pero esto no quiere decir que no haya otros embriones, como el núcleo que se arrima a Eduardo Duhalde y Luis Barrionuevo. Las dificultades de AF para salir del estancamiento económico parecen prometer el surgimiento de un peronismo crítico, aun cuando por el momento el control del aparato oficialista es férreo. En las gobernaciones, el único mandatario provincial con perfil nacional es el sanjuanino Sergio Uñac, que por ahora muestra un alineamiento total con la Casa Rosada. En el anillo del conurbano bonaerense, el cristinismo tiene sus sospechas sobre una serie de intendentes que jugaron doble apoyando a María Eugenia Vidal y que podrían tender puentes con Larreta si la situación económica sigue estancada. En síntesis, cuando la Casa Rosada aprieta a Larreta lo hace también recordando que el deslizamiento de muchos votos peronistas que le dio el triunfo a Vidal en el 2015 contra un cuestionado Aníbal Fernández.

La ventaja de ser el más débil

El otro aspecto de la guerra desatada por el kirchnerismo contra Larreta es que quizá estemos a las puertas de la victimización de este último. Con buen criterio, el jefe de gobierno porteño evita recalentar la confrontación y se comporta sobriamente defendiéndose sin exageraciones. En la medida en que la pulseada se vislumbre como el aplastamiento de la autonomía porteña por parte de un kirchnerismo prepotente, puede generarse una corriente de simpatía hacia el más débil que le arrimaría no pocos votos a Larreta. Tres años por delante es mucho tiempo para sostener un conflicto con el gobierno local. El otro punto es que, si el kirchnerismo levantara su presión sobre la administración porteña, ésta saldría ganadora del lance.

A todo esto, las internas que normalmente agitan a Juntos por el Cambio bajaron su intensidad ante la virulencia de la ofensiva K contra Larreta. Macri, por su parte, que tiene crecientes dificultades para posicionarse mediáticamente, salió a la defensa de la Ciudad tomando las banderas de la autonomía. Así las cosas, aunque la pelea es despareja o más bien a causa de ello, Larreta bien puede emerger como la víctima de un enorme complot.

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