Por Carlos Tórtora.-

Ayer a última hora, el kirchnerismo dejó trascender cuál es su interpretación de lo ocurrido ayer. La versión oficial es que Cristina Kirchner fue la responsable de la recuperación del Gobierno en la provincia, que no evitó una derrota pero sí una catástrofe política, y piden más cambios en el gabinete. Según fuentes kirchneristas, fue la vicepresidenta la que le metió «política» al Gobierno nacional con los cambios de gabinete tras la derrota dolorosa de las primarias y con las medidas que tomó el Ejecutivo, que la oposición denominó despectivamente como el «Plan Platita». Esas medidas, según dicen en el Instituto Patria, fueron claves para que el kirchnerismo recuperara casi medio millón de votos respecto de las PASO y se acercara a su núcleo histórico en la provincia. O sea, en síntesis, que la vicepresidenta se prepararía para una nueva ofensiva para arrebatarle más enclaves de poder a Alberto Fernández. Éste salió a abrir el paraguas antes de que llueva y le puso un escudo a Martín Guzmán, al anticipar que enviará al Congreso su proyecto de acuerdo con el FMI. Si Cristina quisiera la cabeza de Guzmán ahora, quedaría como un sabotaje frontal al acuerdo con el Fondo. Esto no evitaría en lo más mínimo que se desencadene una escalada contra varios ministros. En su mensaje grabado, el presidente no hizo alusión alguna a la vicepresidenta y se proyectó al hacer propio el acto de mañana organizado por la CGT. La ausencia de ella en el bunker del Frente de Todos debería leerse como la señal de que está por comenzar una nueva batalla. La diferencia entre la actual situación y la del 12 de septiembre pasa por que ambos contendientes están midiendo sus pasos con mayor cuidado. Alberto se apuró a llamar al diálogo para frenar preventivamente a CFK y ella se llamó a silencio. Lo que no es creíble es que en este contexto vaya a prosperar alguna forma de diálogo.

La liga de intendentes

El casi empate conseguido por el FdT en Buenos Aires señala una realidad: territorialmente, el kirchnerismo aparece replegado sobre el conurbano bonaerense y el liderazgo de ella reducido a este espacio, sobre todo ahora que ya no cuenta con el quórum propio en el Senado. CFK es hoy la jefa de una liga de intendentes asociados a La Cámpora. La derrota de muchos gobernadores peronistas amenaza ahora con distintas crisis en el interior. Las derrotas en La Pampa y sobre todo en Santa Cruz muestran el agotamiento kirchnerista. La recuperación luego de las PASO de medio millón de votos en Buenos Aires demuestra que el aparato oficialista no está seriamente dañado. Esta situación le da oxígeno a Axel Kicillof y también a Máximo Kirchner.

Una oposición colegiada

Juntos por el Cambio no pudo arrebatarle la mayoría al FdT en la Cámara de Diputados pero a cambio tiene la posibilidad de articular con alianzas la mayoría en el Senado. La mínima ventaja obtenida por Diego Santilli y el moderado triunfo de María Eugenia Vidal le restan algo de fuerza al proyecto presidencial de Horacio Rodríguez Larreta. Éste debe ahora negociar que funcione una conducción colegiada de la coalición, en la que estará Patricia Bullrich, que aprovechó sus giras durante la campaña electoral para tejer su trama de apoyos para su candidatura presidencial. Los halcones y las palomas del PRO se están disputando la captación de los ganadores de la oposición en cada provincia. En este panorama de desconcentración de poder, Mauricio Macri encuentra más espacio para moverse.

Javier Milei, por su parte, tiene que decidir si se limita a la Capital o empieza a expandirse en el interior. Si opta por lo segundo, chocaría con los perjudicados de su proyección federal, los dirigentes de JxC.

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