Por Carlos Tórtora.-

Si algo quedó en evidencia en los últimos días es que la reacción oficial ante el estancamiento de la economía y del gobierno en general es que Mauricio Macri reaccionó apelando a la ultraortodoxia. Este giro hacia adentro se simboliza en el nuevo Ministro de Finanzas Luis Caputo y muestra, a la vez, el rechazo a cualquier ensayo de apertura hacia un gobierno más de coalición, con los aliados de la UCR y la Coalición Cívica.

Este mecanismo de cerrada ortodoxia contradice ciento por ciento lo que el vidalismo está ejecutando en Buenos Aires, donde acaba de aparecer una mesa Properonista con Eduardo Duhalde, Jesús Cariglino, Aldo Rico y algunos intendentes. O sea, cualquier cuña para meter en el voto peronista es bienvenida.

Claro está que el nuevo viraje no termina en Prat Gay. La ministro de Seguridad Patricia Bullrich, al igual que su colega bonaerense, el peronista Cristian Ritondo, están cuestionados por la falta de resultados y, sobre todo, por la falta de imagen de que los habrá. Además, Bullrich, que tiene partido propio (Unión por Todos) pretende sentarse en la mesa del reparto de candidaturas en Capital, lo que Rodríguez Larreta rechaza terminantemente.

Otro no macrista, el ministro de comunicaciones Oscar Aguad, también está en la lista de eventuales reemplazados.

Los radicales recibieron con silencioso fastidio el giro ultramacrista y se preparan para tomarse revancha en el terreno donde mejor juegan: la trama electoral que se viene.

La clave porteña

El viernes se comentaba en la Cancillería que la decisión de Martín Lousteau de dejar la embajada en Washington y venir a disputarle a Larreta la elección de legisladores porteños (nacionales y locales) es un hecho. Hay que recordar que, con una campaña improvisada, Lousteau estuvo el año pasado a centímetros de ganar la jefatura de gobierno.

Ante esta realidad, el jefe de gobierno porteño firmaría un decreto desdoblando la elección, es decir, convocando para diputados locales a mitad de año. De este modo intentaría licuar el arrastre de Lousteau, al que le tocaría jugar recién en octubre para diputado nacional.

De este modo el PRO está a punto de poner su distrito más fuerte, la Capital, como vidriera de la elección nacional.

Parece una jugada de éxito asegurado pero no lo es tanto. Macri y Larreta necesitan un triunfo resonante. Si el resultado fuera, por el contrario, flojo y al revés, María Eugenia Vidal paseara triunfante a los candidatos amarillos en Buenos Aires, ésta pasaría a ser la figura hegemónica del macrismo, opacando incluso a su jefe máximo y produciendo una traslación considerable de poder hacia La Plata.

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