Por Carlos Tórtora.-

El gobierno no sabe o no puede retomar la iniciativa política ante una oposición dispersa que da muchas ventajas. Lo cierto es que en este inicio del año político el oficialismo está enredado en una serie de conflictos de difícil solución. Uno de estos es la discusión con la UCR por el destino de Cambiemos. En esta pulseada ambos están atrapados en sus posiciones: los radicales no pueden admitir, bajo el riesgo de desacreditarse, que la discusión verse sobre la elección de un vice radical para Macri y que se excluya la modificación de la política económica y el PRO no puede en realidad ceder nada más que candidaturas porque su alineamiento con el FMI es rígido. En la mesa de arena del gobierno algunos ya especulan acerca de si apuraría la corrida hacia el dólar una salida de la UCR de Cambiemos. Semejante posibilidad no es exagerada. La Convención Nacional de la UCR, que sesionaría en mayo, cuenta con 355 convencionales y el bloque bonaerense está dividido entre amigos y críticos del gobierno. Un papel decisivo tendrían los grupos de convencionales de Santa Fe, Mendoza y Córdoba, en los que predominan los rupturistas. A grandes rasgos, si triunfa la ruptura habría menos riesgos de un cisma partidario que si se impone la continuidad en Cambiemos en las actuales condiciones.

Otro frente que Macri no puede cerrar es la fisura abierta entre la Casa Rosada y la gobernación de Buenos Aires. A Macri se lo vio improvisar su aparición en el cónclave que María Eugenia Vidal organizó en Chapadmalal con su gabinete. Pero horas después de este gesto amistoso pareció retar en público a la gobernadora al decir que ella debe buscar su reelección y punto. Es que las insistentes versiones sobre que ella reemplazaría al presidente como candidata ya representan un desgaste para este último.

A todo esto, levantó suspicacias políticas el operativo de la Policía Federal que terminó con la vida de un comisario de la Bonaerense al ser interceptado en Avellaneda cuando se llevaba 170.000 pesos fruto de una extorsión. La lectura entrelíneas es que se trató de un golpe político contra el ministro de seguridad Cristian Ritondo, un firme candidato a suceder a Emilio Monzó en la presidencia de la Cámara de Diputados. La colocación de un incondicional de Vidal en la línea de sucesión presidencial es firmemente rechazada por Marcos Peña, que busca un candidato alternativo. Por último, la gobernadora está resentida con su jefe por el espionaje del que fue objeto por parte de la banda coordinada por Marcelo D’Alessio.

Este caso es otro de los frentes que el gobierno no puede cerrar y que abre fuertes dudas sobre la vocación republicana de Macri. La realidad es que un gobierno que llegó para terminar con el autoritarismo de Cristina Kirchner termina su gestión activando una organización paraestatal de espionaje y extorsión.

En otro orden de cosas, el sindicalismo se levantó de una larga siesta y amenaza con un paro general para antes de fin de mes, antes de que el cronograma electoral vuelva a adormecer los ánimos sindicales.

La oposición vuelve a la fragmentación

Si bien el oficialismo no logra retomar la iniciativa política, la oposición tampoco está para lujos. Luego de lanzarse con carteles de “Massa presidente”, este último ratificó que sigue siendo candidato y al día siguiente Roberto Lavagna hizo algo infrecuente en él: se dedicó a criticar el plan massista tildándolo de partidista por contraposición al suyo de crear una convergencia peronista-radical-socialista. Aparentemente, el ex ministro de economía se molestó porque Massa se fotografió junto a Marcelo Tinelli, que venía conversando con él. El animador, para más datos, hizo declaraciones que eran críticas indirectas a Lavagna.

Todo indica que la discordia está dominando el funcionamiento del Peronismo Federal y que Lavagna no pudo disuadir a Massa y Urtubey para que se sumaran a su proyecto.

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