Por Carlos Tórtora.-

“Si Macri se cae porque se robó 20 palos, no es mi culpa». La frase de Sergio Massa marca un pico en su ofensiva contra CAMBIEMOS. La misma, a partir del caso Niembro, se perfiló hacia acusar a distintos candidatos macristas en Buenos Aires de distintos tipos de negociados. Un blanco preferido es Ramiro Tagliaferro, candidato a intendente de Morón, por su condición de marido de María Eugenia Vidal. Por supuesto que la réplica política se hizo sentir por parte de Patricia Bullrich y otros que acusan a Massa de haber pactado con la Casa Rosada, a la cual le conviene que Macri se debilite electoralmente, lo que facilitaría que Daniel Scioli gane en primera vuelta y sin necesidad de ballotage alguno.

Ayer la orden que partió de la cúpula del PRO fue no entrar en el fuego cruzado con el massismo, contraatacando con denuncias de corrupción contra el tigrense. Todo esto pese a que en las tiendas del PRO existe la plena convicción de que el aparato de inteligencia del gobierno nacional está abasteciendo a Massa. Sí se escucharon en la mesa chica de Macri algunos datos. Por ejemplo, que según una fuente de inteligencia el gobierno nacional le estaría aportando 3 millones de pesos diarios a la campaña de Massa, hecho del cual obviamente no existen pruebas fehacientes. Sí fue más precisa la mención a que, varios años atrás, siendo Massa intendente de Tigre, le habría cedido a su amigo y financista, el banquero Jorge Brito (presidente de ADEBA y dueño del Banco Macro), una importante cantidad de hectáreas de terrenos fiscales a precio vil. Sobre los predios conseguidos gracias a esta prebenda, Brito construyó el lujoso barrio privado, Barbarita, cuyos lotes de comercializan a un valor similar a los de Nordelta, con la ventaja para el banquero de que le salieron gratis.

Una situación explosiva

En este nivel de tensión que no da muestras de ceder, la táctica elegida por el PRO para el mes de campaña que falta sería ignorar los ataques por corrupción que sobrevengan. Sus consultores, empezando por Jaime Durán Barba, coinciden en que el caso Niembro los tomó por sorpresa y que el macrismo cometió un error colectivo: entró en una polémica que duró semanas y que sólo sirvió para que los efectos del tema fueran cada vez más graves. La decisión de no responder a los nuevos ataques está respaldada por el hecho de que las últimas encuestas no reflejan que el caso Niembro le haya hecho perder votos a Macri, por lo cual otras acusaciones -tal vez de menor envergadura- tampoco harían mella en el caudal de votos de CAMBIEMOS.

La política de dejar pasar que adoptaría CAMBIEMOS no implicaría una pasividad total. Se estaría elaborando una campaña que tendría como blanco a Aníbal Fernández y que argumentaría que Massa, en definitiva, habría acordado con éste. O sea, acusar al tigrense de tener compromisos ocultos con el cristinismo para que Aníbal F. sea el sucesor de Daniel Scioli. Obviamente, la intención sería poner sobre el tapete al candidato que ahora el kirchnerismo trata de no mostrar, ya que los consultores que hablan con Scioli le recomiendan que esconda lo más posible al cuestionado jefe de gabinete, que pasó a ser el símbolo de la conexión entre la política y el narcotráfico.

Tanto la ofensiva antimacrista de Massa como la respuesta del PRO de no reaccionar ante la provocación son situaciones que integran un equilibrio altamente inestable. Podría ocurrir, por ejemplo, que el kirchnerismo, siempre propenso a extremar las crisis, desate denuncias de una escala mayor, que obliguen a respuestas más profundas.

En una campaña que se caracteriza por las paradojas, la batalla entre los dos principales opositores pasó a ser más intensa que la confrontación de éstos con el oficialismo. Toda una señal de que el kirchnerismo, aun cuando no avanza en votos, sí está consiguiendo, sin mayor desgaste propio, desgarrar la convivencia entre sus principales rivales. Todo un éxito para un gobierno aparentemente acorralado pero que en realidad conserva todavía bastante bien la iniciativa.

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