Por Carlos Tórtora.-

El macrismo, ahora con un clima social adverso, apunta cada vez más a ganar tiempo para evitar que el caldo de cultivo generado por el ajuste derive en el surgimiento de una oposición peronista con peso electoral. La visita papal a Chile el próximo 15 será todo un test de cómo se alinea la oposición. Es decir, en caso de que Francisco sea crítico con las políticas económicas de la Casa Rosada, habrá que ver cuál es la conducta de la dirigencia peronista. Por el momento, el equilibrio inestable entre Cambiemos y el peronismo tiene la misma ecuación para la dirigencia sindical y la política.

A la caída del imperio de Juan Carlos Pata Medina, el ex dueño de la UOCRA de La Plata, le sigue ahora el caso de Marcelo Balcedo del SOEME, éste con un perfil más sofisticado por su actividad en los medios (el diario Hoy de La Plata). En ambos casos, el patrón seguido es el mismo: se trata de jefes sindicales corruptos pero que no integran el círculo áulico de Hugo Moyano, que de este modo se ve amenazado indirectamente. La importancia del moyanismo y su vuelta a la centralidad merece un paralelo con lo ocurrido con CFK. Moyano, al igual que ella, podría haber sido desalojado del centro del poder sindical si hubieran surgido figuras sindicales nacionales. Pero no surgieron, del mismo modo que ni Florencio Randazzo ni Sergio Massa consiguieron en las urnas números que les permitieran proclamar que la ex presidente debía salir de la escena política.

La sobrevida política de Cristina y Moyano es bien aprovechada entonces por el gobierno para mantener al peronismo anclado en la década pasada.

Es de manual que las próximas semanas, con el inicio de las clases, las paritarias y encima la reforma laboral en el Congreso, el eje pasaría por lo social. Y la CGT, con su triunvirato agónico, viene de un deslucido papel en la confrontación por la reforma previsional.

Las probables protestas sociales que podrían originarse a partir de los tarifazos en los servicios públicos le preocuparían al macrismo si significan que la baja de 8 puntos en la imagen positiva presidencial se profundiza en la próxima etapa.

Como es obvio y con una relación personal antigua de por medio, Macri y Moyano se siguen estudiando y sondeando, como lo demuestra la invitación del segundo al primero para que el martes próximo asista a la reinauguración del Sanatorio Antártida, de la obra social de Camioneros.

Si el gobierno consiguiera mantener a la CGT rezagada en cuanto a conducir el conflicto social, sin duda que el Partido Obrero y los demás sectores del sindicalismo combativo irían ganando no sólo la calle sino las comisiones internas de unos cuantos gremios.

Sin soluciones fáciles

En lo político, no hay dudas de que la difusa liga de gobernadores peronistas que empezaba a tomar vuelo, perdió altura rápidamente a partir de que canjeó su apoyo a la reforma previsional por beneficios para cada provincia. La foto de los gobernadores junto a Emilio Monzó, para presionar a los diputados peronistas, tuvo sus costos. Así es que la iniciativa cayó en la liga de intendentes, donde llevan la iniciativa Gustavo Menéndez, como presidente del PJ, y Martín Insaurralde, que desde Lomas piensa en ser el próximo candidato a gobernador del PJ, tal vez esperanzado en que Macri llegue debilitado al año que viene y le ordene a María Eugenia Vidal que sea su compañera de fórmula. En ese caso, a Cambiemos le costaría encontrar un candidato a gobernador.

Hoy por hoy, tanto la liga de intendentes como el massismo y hasta Unidad Ciudadana se comportan como garantes de la gobernabilidad de Vidal y actúan como una oposición moderada.

Vale para ellos la misma pregunta que para los sindicalistas: ¿qué pasaría si la conflictividad social y el malestar aumentan en los próximos meses?

En la mesa del diálogo que se instaló en este peronismo bonaerense tripartito está la simiente del desplazamiento de CFK como conducción nacional. Sin embargo, el consenso de Gabriela Michetti y Federico Pinedo con Miguel Ángel Pichetto para que el Senado no levante la protección de los fueros a Cristina Kirchner tiene importantes efectos políticos. A cubierto de cualquier prisión preventiva por seis años, ella está tentada de ser candidata en el 2019. Una de sus frases favoritas es que “perdió Scioli, no yo”. Además, el crecimiento en las encuestas de su amigo Lula en Brasil y de Manuel López Obrador en México alientan la perspectiva de una nueva ola populista latinoamericana. Por otra parte, la justicia federal también favorece indirectamente una nueva aventura presidencial de CFK. El interminable calendario de juicios orales a Julio de Vido, Ricardo Jaime, José López, Amado Boudou, etc., que comenzará en algunos meses más, la convencerían de que la mejor forma de defenderse es ser candidata, para poder decir que los procesos contra el kirchnerismo son maniobras para evitar su retorno al poder.

De ser así, a los nuevos gerentes del peronismo bonaerense les quedarían opciones difíciles por delante: encolumnarse con ella o dividir al peronismo con las consecuencias que ello tendría en las urnas.

Share