Por Carlos Tórtora.-

Por su significado financiero y electoral, la nueva normativa de la Comisión Nacional de Valores (CNV) que obliga a que los activos de los Fondos Comunes de Inversión (FCI) que se negocien en el exterior sean valuados en moneda de emisión al tipo de cambio del Banco Nación y que hizo que las acciones en dólares se desplomaran por el desarme de posiciones, fue el eje político de la semana. En fuentes del Ministerio de Economía admitieron que, desde ahora y hasta el 10 de diciembre, habrá nuevas medidas en el mismo sentido -es decir antimercado- que profundizarán hasta el final el rumbo económico. Lo singular de esta situación es que la nueva medida oficial golpea la candidatura de Daniel Scioli en el preciso instante en el que éste trata de conquistar 5 ó 6 puntos de votos independientes para asegurarse el 45% y evitar así tener que pasar por el vía crucis del ballotage. En este punto es donde las interpretaciones se multiplican. Una es que CFK está trazándose un rumbo muy riesgoso y es favorecer las condiciones para el ballotage, con la finalidad de que Scioli llegue a presidente debilitado, no como ella en el 2007 y en el 2011, cuando ganó y con buen margen en segunda vuelta. Un triunfo agónico en la segunda vuelta y gracias a la movilización de todos los recursos del Estado kirchnerista dejaría al ex motonauta mucho más subordinado al esquema que se forme en torno a Carlos Zannini y Aníbal Fernández, que por otra parte se llevan cada vez peor. De ser así, lo objetivo es que la presidente preferiría arriesgarse a que Mauricio Macri sea presidente antes que afrontar el surgimiento de un Scioli poderoso. Otra interpretación, minoritaria pero también válida, señala que en realidad ella se inclina por la victoria de CAMBIEMOS. Esto último tiene muchos reparos, porque una derrota del gobierno afectaría seriamente al cristinismo. La decisión ya tomada de que no haya transición alguna es todo un mensaje. Por ejemplo, si Scioli fuera electo presidente en primera vuelta, ella lo afrentaría seguramente ignorando su opinión como presidente electo para seguir gobernando como si nada.

A todo esto, el mundo de los analistas y encuestólogos, la mayor discusión -que tiene que ver con lo anterior- no es cuantitativa sino cualitativa. Para muchos consultores, el relato oficial, apoyándose en el subconsciente colectivo, les ha doblado la mano al macrismo y el massismo, imponiendo a la mayor parte de la sociedad la convicción de que es mejor adoptar una postura conservadora y relativizar los cambios económicos, entes que profundizarlos. Macri captó esta tendencia varios meses atrás cuando repentinamente alabó la política de estatizaciones del kirchnerismo. El mismo Massa, el más agresivo de los tres candidatos que más miden, dispara medidas a diestra y siniestra pero se cuida de golpear las columnas basales del actual modelo económico. A su lado, como símbolo de la matriz de la economía K, está Roberto Lavagna.

La ayuda papal

Este aparente triunfo del voto conservador es sin duda un problema para CAMBIEMOS, diseñado con un mensaje de alto contenido transformador.

Y lo más curioso es que la situación cambiaria, sumada al derrumbe de las exportaciones y la caída de las reservas, indica que la crisis se precipita, justo cuando el gobierno consigue imponerse en la batalla psicológica.

El equipo que rodea a Scioli está convencido de que casi nada le hará mella, aunque no encuentra la forma de subir algunos puntos. Por ejemplo, su negativa a participar del debate de candidatos presidenciales en cualquier proceso electoral normal le costaría varios puntos. Pero en la Argentina es posible que esto no ocurra, porque no sólo es baja la calidad institucional sino la calidad de evaluación de la gran mayoría del electorado. El faltazo de Scioli sólo tiene una explicación creíble y es que los consultores oficiales previeron que iba a sufrir una notable derrota.

Una vez más en Macri y en Massa prevaleció la moderación para cuestionar una actitud sin duda despreciable. Sin duda que la oposición valora que está frente a un candidato de escasa envergadura política pero de una formidable consistencia electoral.

Como marco externo de nuestra campaña electoral, el viaje del Papa Francisco por Cuba y los EEUU sin duda que indirectamente contribuye al triunfo de Scioli. Una vez más CFK estuvo presente ante el Sumo Pontífice, capitalizando electoralmente la situación. Pero lo importante es que la síntesis del contenido político de la gira papal coincide bastante con la prédica del Frente para la Victoria. Francisco fue excesivamente tolerante en sus palabras con el régimen cubano, cuya voluntad de apertura sigue el modelo chino, o sea, que vengan las inversiones, pero en materia de derechos humanos todo sigue como hace 20 ó 30 años. En La Habana, el Papa no pronunció la palabra libertad, pero sí hizo críticas al sistema americano desde su púlpito en el Capitolio. O sea, una línea muy parecida a la que mañana retomaría la presidente ante la Asamblea General de la ONU. Es obvio que la Iglesia está jugando un rol moderador en los procesos políticos latinoamericanos que favorece de algún modo la continuidad del status quo político. El Vaticano parece apostar a que los cambios que se produzcan sean graduales y moderados, lo mismo que expresa Scioli.

Claro está que la realidad es siempre la que manda. El descontento social en Brasil, que empezó a tomar forma durante el último Mundial de Fútbol, se transformó en la mayor crisis institucional desde la destitución de Fernando Collor de Mello en 1993. El carisma de Lula y las reformas instrumentadas por Dilma Rousseff no pudieron impedir que la ola de cambio siga su curso. En la Argentina -y como vimos- el impulso de cambio es más débil y todavía la capacidad de movilización social pasa por los grandes aparatos montados por el Estado nacional, las gobernaciones y los municipios. Pero la realidad económica es sin duda mucho más grave de lo que la opinión pública percibe. Cuando cambie el gobierno y haga eclosión el sinceramiento de todas las variables, es impredecible hasta dónde la política, con cualquier presidente, puede llegar a tambalear ante el afloramiento de los desastres acumulados durante doce años.

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