Por Guillermo Cherashny.-

En el renovado «albertismo» se volvió a métodos que se practicaban en el menemismo a través de Eduardo Menem y el «flaco» Bauzá, cuya tarea era «esmerilar» a los funcionarios que había nombrado Carlos Menem, es decir que se los desgastaba hasta que tenían que renunciar. En este caso, estamos hablando de Juan Manzur, el gobernador de Tucumán, que trabaja con los gobernadores e importantes dirigentes con el fin de que el presidente utilice la lapicera, pero no se le reconocen esos méritos. En efecto, Santiago Cafiero -el «nietito»- y Gabriela Cerruti, de hecho, ejercen la jefatura de gabinete, de la cual fue desplazado el hoy canciller por la presión de la carta de Cristina, por lo cual el presidente le encarga trabajos que exceden el Palacio San Martín y que pertenecen al área de Juan Manzur, quien, sin embargo, no se inmuta y sigue trabajando, porque es un dirigente con votos que pretende ser candidato a presidente en el 2023 y no se quiere desgastar en los quehaceres diarios. En cambio, el «nietito» no es respetado en el peronismo y Gabriela Cerruti no para de hablar todos los días sobre asuntos económicos, creando zozobra en los mercados. Pero en Olivos y La Rosada se vive la ficción de la reelección de Alberto Fernández. Ahora la esperanza es que se confirme el acuerdo con el FMI que anunció el presidente y el ministro de economía para dejar de mirar todos los días cuántas reservas quedan en el BCRA.

Se esperaba que con la llegada de Juan Manzur a la jefatura de gabinete se iniciara un acercamiento a las políticas de Estados Unidos e Israel, pero sigue firma la política de tolerancia con las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, que sólo le trae desprestigio al gobierno en el exterior, haciendo seguidismo a México, aunque su presidente López Obrador sí mantiene su independencia en la política exterior, al tiempo que impide la avalancha de inmigrantes de Centroamérica. En la Casa Rosada están convencidos de esa posición y festejan el triunfo de Xiomara Castro en Honduras y esperan ansiosos el triunfo de Gabriel Boric en las presidenciales chilenas para lanzar el liderazgo del «Albertismo» en América Hispana, cosa que ni siquiera ni Néstor ni Cristina Kirchner lograron.

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