Por Carlos Tórtora.-

La dramática convocatoria realizada ayer por Malena Galmarini exhortando al PRO a negociar un acuerdo con el Frente Renovador es un paso más en la estrategia de crisis desarrollada por Sergio Massa con vistas a lo que puede ocurrir antes y después de las elecciones presidenciales de octubre. El tigrense le apunta derecho a responsabilizar a Macri, junto con Ernesto Sanz y Elisa Carrió, de haber causado la derrota de la oposición al no integrar a los renovadores dentro de una interna común. Obviamente, tal como establece la ley 26.571, después de las PASO ya no hay modificación alguna de alianzas ni de candidaturas, así que la suerte está echada. De concretarse lo que se insinúa: una importante ventaja de Scioli, el massismo podría entrar en una crisis aún más profunda entre el 9 de agosto y el 25 de octubre, porque muchos de sus dirigentes correrían a La Plata para abrazarse con el gobernador, en tanto que una minoría podría emigrar hacia la alianza PRO-UCR-Coalición Cívica.

Lo paradójico es que, en el transcurso de los últimos dos años, la situación se invirtió. En las elecciones legislativas del 2013, Massa y Macri fueron aliados en Buenos Aires, pero luego el primero entendió que si profundizaba su acuerdo con el jefe de gobierno, el Frente Renovador sería tildado de centro-derecha. Roberto Lavagna fue uno de los que más influyeron en este sentido. Así fue que Massa le dio la espalda a Macri y empezó el enfriamiento que sigue hasta hoy. Claro que la situación es totalmente distinta: la ilusión de que masivamente los intendentes del Frente para la Victoria emigrarían a Tigre no se concretó y el kirchnerismo, al amparo de una relativa calma económica, terminó recuperando terreno.

Ahora el no de Macri a Massa ha pasado a definir el mapa opositor. En el PRO están convencidos de que, en un eventual ballotage, el 60 por ciento del voto massista iría para ese lado y sólo el 40 para el cristinismo. El problema es que, como van las cosas, Scioli está a tiro de ganar en la primera vuelta superando el 40 por ciento de los votos.

Múltiples consecuencias

El reciente fortalecimiento de Jaime Durán Barba y Marcos Peña en la interna del PRO lo dice todo. Para ellos, cualquier acuerdo que se haga ahora, a las corridas, con el massismo, sumaría menos de lo que restaría. Sobre todo -dicen- en relación a la primera vuelta porteña del próximo 5 de julio. En la Ciudad predomina el voto independiente y antiperonista. Si Massa se sacara la foto con Macri, no pocos votantes antiperonistas podrían abandonar a Rodríguez Larreta para optar por Martín Lousteau, llevando al macrismo de cabeza a un dramático ballotage. Perder el Gobierno de la Ciudad sería el final de la carrera política de Macri y el PRO quedaría en manos de Gabriela Michetti.

Por otra parte, si Macri, Sanz y Carrió aceptaran, por ejemplo, que Massa sea el candidato común de la oposición para la gobernación de Buenos Aires, el triunfo sería probable. Pero entonces el tigrense aparecería como el salvador de la oposición y la gran figura emergente para disputarle el poder a Macri. Ahora, también podría ocurrir algo aún más grave para el PRO: que Massa llegue a gobernador de Buenos Aires pero que Macri no alcance la presidencia. En este último caso el primero pasaría a ser el jefe de la oposición.

Así las cosas, el no de Macri a Massa tiene múltiples aristas y, pese a que las cuentas parecen estar cerradas, el tema seguirá debatiéndose hasta el 10 de junio, fecha del cierre de alianzas.

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