Por Carlos Tórtora.-

¿Y si el gobierno fracasa, cómo nos salvamos de quedar pegados a Macri? Esta pregunta recorre no sólo los despachos de los gobernadores peronistas sino también los entornos de Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y Miguel Ángel Pichetto, entre otros. Empujado por la presión de María Eugenia Vidal y Horacio Rodriguez Larreta, el macrismo puso en el centro de la escena la posibilidad de un acuerdo con el peronismo racional para elaborar un presupuesto 2019 consensuado, que exprese el ajuste fiscal que plantea el oficialismo.

La necesidad de un acuerdo con la oposición que le dé previsibilidad al rumbo económico también es planteada por el FMI, ya que a Macri, técnicamente, le quedan sólo 17 meses de mandato y desde el exterior esperan señales de un peronismo que bien podría llegar al gobierno.

Hasta aquí la racionalidad política va a favor del acuerdo, pero hay otro costado de los cálculos. Macri y sobre todo su gabinete económico han perdido credibilidad por las corridas cambiarias y el desborde inflacionario y dentro de prácticamente un año habrá elecciones primarias. Para cualquier gobernador del PJ -y ni que hablar de los presidenciables- comprometerse con un programa de ajustes cuando no hay garantías de que el gobierno pueda controlar las variables económicas puede ser un búmeran. Aunque no es políticamente correcto mencionarlo, la dirigencia también analiza la hipótesis B, esto es, el derrumbe del gobierno de CAMBIEMOS y una situación de crisis institucional. Con la gobernabilidad afectada y un fracaso irremontable de Macri, los opositores que hayan apoyado el acuerdo con el FMI se verían seriamente dañados para la lucha electoral. La consecuencia obvia sería el crecimiento de Cristina Kirchner, que desde ya permanecería al margen de todo pacto y podría entonces señalar como entregados al gobierno a los peronistas que pactaron con él. El triunfo de Manuel Lopez Obrador en México alienta por otra parte las esperanzas cristinistas.

Las perspectivas inmediatas de la economía hacen que todas estas especulaciones sean bastante lógicas.

En un almuerzo realizado el jueves pasado en el Círculo de Legisladores, Domingo Cavallo anticipó un segundo semestre altamente recesivo y agregó que el FMI sería permisivo con la Casa Rosada por el incumplimiento de las metas inflacionarias pero que, por el contrario, se mostraría estricto en lo que hace al ajuste fiscal.

Además, como es sabido, no forma parte de las convicciones del ingeniero Macri el gobernar a través del consenso con la oposición, como lo demuestra la subsistencia a su alrededor del trío compuesto por Marcos Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui.

Intereses contrapuestos

La realidad es que los intereses políticos de cada sector muestran diferencias apreciables. Vidal, que empieza a sentirse golpeada en las encuestas por el “efecto Macri” que la arrastra hacia abajo, temería que la situación social en el conurbano bonaerense se desborde, pesimismo que sería compartido por el Episcopado. Por su parte, el bloque de intendentes del PJ que controla el PJ bonaerense a través de Gustavo Menéndez sigue una estrategia dual. En lo coyuntural negocian su gobernabilidad con el gabinete de Vidal, pero siguen sosteniendo a Cristina, en la convicción de que podrán asegurar su reelección con los votos que ella arrastra. Distinta es la posición de la mayor parte de los gobernadores del PJ que en sus provincias no tienen una mayoría de votos cristinistas como para asegurarse la victoria. Su única escapatoria para no arriesgar demasiado sería desdoblar las elecciones.

En el caso de Massa, sumido en un silencio significativo, sabe que le será muy difícil descontar la ventaja que le lleva CFK y que está en mejores condiciones de llegar a un ballotage donde él tendría que acordar su apoyo.

En definitiva, Macri se ve obligado por las circunstancias a valorizar el pacto por el ajuste fiscal con el peronismo racional, pero sus esperanzas de reelección, ahora más que nunca, están puestas en un ballotage con la ex presidente. Por otra parte, la instalación de la crisis económica como factor determinante del proceso político no ha modificado, sino más bien confirmado, las premisas de la estrategia oficialista. Esto es, que para que haya reelección el peronismo debe llegar a los comicios fracturado en varias fórmulas.

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