Por Guillermo Cherashny.-

Los episodios de violencia del lunes pasado todavía tienen sus coletazos y el principal acusado, el Partido Obrero, cuyo espacio aliado encabezado por Sebastián Romero, lanzó el mortero contra la policía, dejó trascender que tanto el jueves de la semana pasada como el lunes, la intención de esa fuerza que ellos denominan “izquierda revolucionaria” para diferenciarse del viejo partido comunista, era concentrarse en las cercanías de la escalinata del Congreso, sobre avenida Callao, en ejercicio del legítimo derecho a la protesta garantizado por la Constitución Nacional. Pero como primero la Gendarmería y después la Policía Metropolitana le impedían hacerlo, ejercieron la violencia en ejercicio de la autodefensa.

En la década del sesenta, en las universidades y en la calle, donde algunas manifestaciones no eran permitidas, los grupos de izquierda como el PC o el PO tenían grupos de autodefensa que tiraban bombas molotov para evitar que la policía les pegara a sus manifestantes, que de ese modo se dispersaban.

Los tiempos han cambiado y, con el auge de los piquetes después de la crisis del 2001, los grupos piqueteros decidieron atacar a la policía, como pasó con Kosteki y Santillán, que así lo hicieron, y el comisario Franciosi, fuera de sí, los corrió cuatro cuadras y los remató.

Durante el kirchnerismo, no se reprimía la protesta social, hasta que Sergio Berni asumió la cartera de seguridad después del asesinato de Mariano Ferreyra y ahí se empezaron a limitar los piquetes, especialmente en la Panamericana, donde los troskos ganaron en varias comisiones internas, por lo cual Berni empezó a reprimir y los troskos ejercían la autodesensa, según dicen ellos.

Si el Partido Obrero, aliados y grupos marginales intentaron avanzar, según ellos, para instalarse frente a las escalinatas del Congreso, ya entramos en un análisis contrafáctico, porque Cambiemos dice que querían tomar el parlamento para que no sesionara y no se aprobara la ley. Y como se verá, ninguno de los sectores puede probar su posición, porque se acordonó el parlamente para que el griterío no condicionara la voluntad de los legisladores.

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