Por Carlos Tórtora.-

No por nada Cristina Kirchner anunció la fórmula Fernández-Fernández un mes antes de cierre de las candidaturas. El anuncio fueron dos misiles apuntados a la convención nacional de la UCR y al plenario de Alternativa Federal. Si se hubiera difundido la fórmula después de estos eventos, las decisiones de los radicales y los peronistas anti K hubieran sido muy distintas y menos traumáticas. Por ejemplo, emplazando por Luis Barrionuevo, entre otros, Roberto Lavagna se vio obligado a decir que sí será candidato a presidente. En el caso de Sergio Massa, si buscaba razones para bajarse de su candidatura presidencial y aceptar postularse a gobernador de Buenos Aires, esas razones ya están sobre la mesa. La presencia de un dialoguista como Alberto F le da al tigrense motivos para conciliar posiciones. Volviendo a Lavagna, tomó la determinación de no ir al diálogo con los Fernández para tratar de capitalizar al grueso de la dirigencia peronista excluida del armado de candidaturas del justicialismo. Pero tanto Massa como Lavagna y en menor medida Juan Manuel Urtubey se encuentran con una circunstancia muy especial: los gobernadores en general como bloque se inclinan a negociar con el binomio K. Y en particular son proclives a un arreglo aquellos que aún no tuvieron elecciones provinciales en sus distritos y que, en caso de confrontar con el cristinismo, podrían tener sorpresas desagradables en su pago chico. Esta nómina de los que no les conviene enemistarse con CFK es la siguiente, con sus respectivas fechas de elecciones: Sergio Uñac (San Juan) y Hugo Passalacqua (Misiones) el 2 de junio, Gustavo Bordet (Entre Ríos) y Mariano Arcioni (Chubut) el 9 de junio, Alberto Rodríguez Saá (San Luis) el 16 de junio y Lucia Corpacci (Catamarca) el 11 de agosto.

La lógica electoral

El peso pesado de los gobernadores, el cordobés Juan Schiaretti, acaba de ser reelecto gobernador y, por lo tanto, no está a tiro de una venganza del cristinismo. Una situación similar se les plantea a los intendentes K del conurbano. Desde que se fundó Alternativa Federal hasta ahora no se registra un solo intendente peronista que haya desertado de las filas K. Aparentemente conformes con la fórmula Fernández-Fernández, que les asegura la reelección en sus actuales cargos, los barones del conurbano están en su zona de confort y no encuentran ningún motivo para tener problemas con la mesa chica del kirchnerismo. La realidad resultante es que les sería muy dificultoso a Lavagna y Massa ensamblar una estructura nacional para dar batalla en las PASO si la casi totalidad de los gobernadores peronistas les dan la espalda así como la masa de los intendentes del conurbano.

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