Por Alexis Di Capo.-

La crisis social que se perfila para marzo sería la primera prueba de fuego para la estrategia de equilibrista puesta en práctica por Mauricio Macri, tratando de negociar no sólo con Sergio Massa sino con los gobernadores del PJ y el kirchnerismo “presentable”, como el de Diego Bossio, que instaló un nuevo bloque neokirchnerista. La actual escalada inflacionaria se verá sin duda acentuada por el alto incremento de tarifas, panorama inquietante al que se le suma una temporada turística que fue poco menos que ruinosa para la costa atlántica. La ola de despidos de los cientos de miles de ñoquis instalados en la administración pública por el kirchnerismo se estaría reduciendo al mínimo, ante este conjunto de síntomas alarmantes. Casi al unísono, la dirigencia peronista reclama paritarias sin techo. Pero mientras que el gobierno habla de un 20 al 25 por ciento, el gremialista más moderado no baja del 30.

Para aumentar la gravedad del cuadro, la crisis de marzo coincide con la elección de la nueva conducción del PJ nacional, que tendrá lugar supuestamente en mayo. Esta circunstancia, en la lógica peronista, significa sólo una cosa: mayor crisis interna.

Hay un factor que es para tener en cuenta: la dirigencia tradicional del PJ debe pagar ahora un caro tributo a su incondicionalidad a los Kirchner, practicada durante 12 años. Ningún dirigente que haya estado en el poder está en condiciones de condenar a CFK y su séquito sin arriesgarse a recibir una respuesta demoledora: “¿por qué no lo dijiste cuando ella era presidente?” Esto implica que el peronismo en su conjunto debe cargar con el lastre de los desastres de la gestión K, sin poder diferenciarse demasiado. El rápido giro internacional del macrismo reubicando a la política exterior argentina en relación al eje Washington-Unión Europea fue bien recibido por la masa de la dirigencia peronista, harta del carnaval bolivariano. Pero se trata de un éxito del PRO que ni siquiera pueden capitalizar sus socios radicales, mucho menos definidos en esta materia.

La única bandera

Así las cosas, las tribus peronistas no sólo carecen ahora de una conducción sino que necesitan aferrarse a una bandera que les devuelva identidad y votos. La única a la vista es la lucha contra el ajuste, retomando la representatividad de los sectores más castigados por aquél. ¿Alejará esta necesidad a Massa de su alianza con el gobierno? Es difícil decirlo pero el discurso antiajuste es uno de los pocos recursos que les van quedando a José Manuel de la Sota, Jorge Capitanich y José Luis Gioja, aspirantes a presidir el partido.

Todos saben que además Cristina Kirchner se prepara para reaparecer tratando de beneficiarse con la bomba de la distorsión tarifaria y el déficit del gasto público que cultivara sin freno.

Se abre así un juego dual que pondrá a prueba los acuerdos entre la Casa Rosada y las provincias y que seguramente le devolverá el primer plano a Hugo Moyano. En el plano de la lucha antiajuste, el peronismo se encontrará con la izquierda como su aliada natural. Hasta ahora, el PRO se negó enfáticamente a autodefinirse como una centroderecha. Después de 13 años de centro-izquierda bolivariana, el peronismo empieza a buscar su nueva identidad. Desde su lógica, esto sólo será posible si resuelve el problema de quién conducirá su destino.

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