Por Sebastián Dumont.-

La influencia de los senadores del peronismo que lidera Miguel Angel Pichetto fue clave para que el proyecto de blanqueo pudiera avanzar y Massa se sentara a negociar con el gobierno nacional para obtener dictamen. En los pasillos del senado cuentan que el cordobés Carlos Caserio fue quien llevó a Massa parte de las exigencias que se debían plantear para poder avanzar. Pero detrás de esto subyace un creciente malestar entre distintos sectores del peronismo para con el gobierno, porque su apoyo para la gobernabilidad observan que no es respondido como ellos creen. Y al no haber sido de la partida para el reparto de algunos acuerdos, ahora no están dispuestos a pagar costo político con el gobierno por los ajustes y el malestar social. Por ahora, la sangre no llega al río.

Existe un común denominador que traza el horizonte de las quejas de muchos dirigentes del peronismo que son oposición “dialoguista” o “constructiva”. Suelen decir que “los acuerdos no se cumplen”. Esto se traduce en charlas donde para avanzar en determinados temas se intercambian favores políticos. Nada que no sea habitual en cualquier lugar del mundo. Pero al parecer, al macrismo le cuesta bastante cumplir con ello. “O no saben o son demasiado H de P”, comentó días atrás un experimentado hombre de la política bonaerense.

La situación se da en lo nacional como en el ámbito provincial. Claro que ahora con una agravante. El peronismo, aunque sea dialoguista, tiene cada vez más ganas de pagar costos por lo que observan es un creciente malhumor social producto de los ajustes y el tarifazo.

Con cierta razón, se reflexionaba días atrás en una mesa política bonaerense lo siguiente: “Macri tendría que haber hecho el ajuste el 15 de diciembre con el peronismo adentro, haberle dado la presidencia de la Cámara de Diputados a Massa y cargos en el gabinete a otros espacios y hubiera compartido el costo. Pero creyeron que habían llegado solos y que así podrían gobernar”. Sin ir más lejos, la idea del gradualismo para el ajuste lleva a que Macri hoy tenga que dar marcha atrás en varias medias y no le quede más remedio que aplicar algunas acciones populistas.

Por ahora, el apoyo no se sacará de cuajo porque a nadie, salvo a los talibanes K, le conviene que se vaya todo por la borda. Además, la sola posibilidad de un regreso de CFK lleva a que la gente esté dispuesta a esperar un poco más los resultados del “segundo semestre”.

Es notable cómo el malhumor social se llevó puesto lo que en principio podrían haber sido logros mejor explotados por el gobierno. Uno de ellos es, sin dudas, el acuerdo con los fondos buitres que aventuraban una catarata de inversiones que aún no llegan.

En ese marco, las reuniones en el peronismo bonaerense se multiplican. Casi como una postal extraña, se lo vio a Pichetto bajar al conurbano para reunirse con un grupo de intendentes de los llamados dialoguistas. En esa mesa se destacan cada vez más Insaurralde y Gabriel Katopodis, quien junto a varios de sus pares empiezan a preocuparse y a observar que, quizá en el futuro, no les quede opción que terminar bancando a Massa o Randazzo, juntos o separados. Lo peor que les podría pasar es volver a llamar a CFK. Pero tampoco puede ser una teoría para arrojar por la ventana. La moneda está en el aire.

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