Por Guillermo Cherashny.-

Ayer escribimos sobre el brote psicótico de Cristina, según el estudio muy racional que escribió en su libro nuestro colega Nelson Castro y la medicación a la que está sometida, pero en ningún momento dijimos que padece de locura sino que reacciona ante noticias de las que se entera principalmente por la prensa escrita. Es decir, las “letras de molde” la sublevan cuando contradicen sus ideas extremistas y no duda en doblar la apuesta y arremete con todo. Es cierto que no reconoció la derrota, porque dice que el país está dividido en dos y a ella la sigue la única juventud que se moviliza y los sectores más humildes y, si bien esperaba mantenerse unos meses sin actividad política, nunca creyó que Mauricio Macri se comprometería seriamente contra la corrupción. Pensaba que podía negociar su impunidad con la mayoría en el Senado y sus casi 100 diputados y para eso dejó estructuras de control para la futura administración que nunca la controlaron a ella sino que la encubrían. Pero esos funcionarios, que trascienden a las administraciones, los impuso por ley del Congreso, aprovechando la mayorías que tenía y su maquiavélica visión de la política no se equivocaba, pues removerlos de sus cargos por DNU lo equiparaba a Mauricio Macri con ella, es decir, como avasallador de las instituciones, sabiendo que Macri no tenía otro camino, porque no podía bancarse a esos funcionarios. Aunque sólo Gils Carbó, la más importante, necesita en principio los 2/3 del Senado. En cambio los demás, por DNU los pudo remover, como ella esperaba, pero con un costo político importante.

La designación de dos ministros de la Corte la alteró, porque pensaba que necesitaba muchos votos en el Senado -aunque no los 2/3- para hacer caer los dos propuestos por ella.

La otra parte de la estrategia es la movilización permanente, primero con Kicillof, en una conferencia abierta, criticando la política económica, especialmente la eliminación de retenciones, su fetiche en la guerra con el campo del 2008, donde ella cree que perdió una batalla y no la guerra. Ahí se sintió acompañada, ya que muchos periodistas «progres» que apoyaron activamente a Cambiemos se sumaron a las críticas al nuevo gobierno, y lo mismo con los DNU de Pepín Rodríguez Simón, que día a día gana más críticos, aunque no saben que CFK diagramó este organigrama para no dejarle otra salida a Macri que los DNU.

Su gesto de buena fe fue dar la orden de concederle la presidencia de la Cámara de Diputados y la provisional del Senado, aunque el PRO estaba en absoluta minoría. Se confió en Julio de Vido, quien le dijo que tenía excelentes contactos con empresarios cercanos Macri y que el miraría para adelante y no para atrás, aunque tenía sus dudas sobre si Macri cedería ante el grupo Clarín, que viene por ella. Pero Macri cedió ante Clarín mucho más de lo que ella esperaba y la sorprendió la modificación parcial de la Ley de Medios, otro niño mimado de su mandato.

Ya dijimos que Máximo, el «Cuervo» Larroque, «Wado» de Pedro, Héctor Recalde y Juliana di Tullio esperaban la decisión de Cristina de comenzar la «resistencia con aguante» que propicia La Cámpora como paso inicial para recuperar el poder en poco tiempo, a más tardar en marzo o abril, y la táctica era la movilización permanente, el sabotaje parlamentario en la Nación y en el distrito clave en el que Macri quiere fortalecerse, la provincia de Buenos Aires, donde sabe perfectamente que se necesitan 2/3 para aprobar el endeudamiento imprescindible para poder gobernar.

El tercer paso es el saqueo generalizado ante la inacción de la Federal, la Bonaerense, con Matzkin desde su casa, las fuerzas de seguridad y la voluntad quebrada de Macri, que ella podría lograr con todo este plan, y finalmente el helicóptero y el Congreso presionado para convocar a elecciones nuevamente, donde ella ganaría cómodamente. Un plan increíble pero real para una personalidad megalómana que se cree el centro del mundo.

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