Por Alexis Di Capo.-

En medio del inicio de una nueva reforma popular y con su popularidad en las encuestas por encima de la de Mauricio Macri, María Eugenia Vidal empezó a habilitar en su entorno ciertas jugadas estratégicas que apuntan a las próximas elecciones. La principal de los últimos días sería el acuerdo entre su mano derecha, el ministro de gobierno Federico Salvai, y el ministro de seguridad, Cristian Ritondo. Hasta el momento, Salvai, que es el marido de la Ministro de Desarrollo Social de la Nación, Carolina Stanley, hija a su vez del banquero Willy Stanley, se dedicó a bloquear la relación entre cualquier otro sector del PRO y los intendentes, tanto macristas como peronistas. Este congelamiento apuntaba en una clara dirección: que la gobernación mantuviera un férreo control político sobre el principal capital político de la provincia: los municipios del conurbano.

Tanto Ritondo como el presidente del Grupo BAPRO, Jorge Macri, son por naturaleza armadores territoriales y el cerrojo impuesto por Salvai los perjudicaba.

El enemigo común

Ahora hay síntomas de deshielo: se habla de Jorge Macri como futuro candidato a senador nacional para competir el año que viene con un peronismo que el gobierno supone que estará dividido entre CFK, Florencio Randazzo y Sergio Massa.

El acercamiento entre Salvai y Ritondo incluiría, por su parte, que éste fije domicilio en La Matanza, donde hizo campaña el año pasado junto a Vidal y podría encabezar la lista para diputados nacionales.

A todo esto, hay otro funcionario que juega fuerte y con bajo perfil en este armado y es el ministro de infraestructura provincial, Edgardo Cenzón. Vidal se imagina a sí misma sentada en el sillón de Macri, por el simple hecho de que es la dirigente oficialista con mayor imagen positiva, superando a Gabriela Michetti. Pero la cúpula del poder bonaerense empieza a vislumbrar un enemigo común: Horacio Rodríguez Larreta, que conversa seguido con el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó. El Jefe de Gobierno sabe que, aunque su imagen no es muy popular, cuenta con una ventaja sobre Vidal. Ningún gobernador bonaerense pudo llegar hasta ahora a presidente y la mayor parte terminaron sus mandatos con la provincia casi incendiada.

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