Por Hugo Morales.-

Neuquén (especial para el Informador Público).- El holgado triunfo que el pasado domingo 26 obtuvo el Movimiento Popular Neuquino (MPN) sobre kirchneristas y macristas pone a la provincia en una situación de equidistancia política de las dos grandes posicionamientos que se avecinan en el país para las presidenciales. Fiel a su tradición de navegar a dos aguas con los poderes centrales, una de las claves de su supervivencia partidaria, pese a su estructura provinciana, esta agrupación política creada en los finales de los 50 por los hermanos Elías y Felipe Sapag, padre y tío del actual gobernador Jorge, saborea hoy las mieles de una victoria que no tiene parangón en las historia del país dentro del sistema democrático en el que no ha perdido una sola elección y que se refugió en el llano, a medias, sólo en algun interregno de las dictaduras militares: ni la denominada Revolución Argentina de Juan Carlos Onganía, ni el Proceso de Reconstrucción Militar de Videla, Agosti y Massera pudieron doblegar a esta formación que ha pervivido en el tiempo con una fórmula simple, pero tremendamente eficaz: la defensa a ultranza de sus recursos naturales y el equilibrio político que se hace referencia al comienzo de la nota.

Este domingo no fue distinto. Si bien en el pasado, el conflicto con Nación tuvo mucho que ver con las pretensiones de Nación de controlar parte del territorio neuquino a través de Parques Nacionales, en la actualidad -también igual que antaño- la discusión se basa fundamentalmente en la pelea por la renta derivada de sus yacimientos de petróleo y gas, aumentados considerablemente a partir del descubrimiento de los hidrocarburos no convencionales que se reflejan en sus reservas de Vaca Muerta, considerada como uno de los atractivos mundiales en hidrocarburos. Precisamente esta apuesta hacia el futuro y la esperanza colectiva de que Neuquén se transforme en la meca petrolera del siglo 21 -un simil de cualquier territorio árabe ayudado en ese imaginario por el origen de la familia Sapag que controló y controla al MPN- y sus habitantes crezcan económicamente en un país dentro de otro país. Precisamente esa ilusión se transfiere a la sociedad toda que cada día se aumenta exponencialmente con la llegada de cientos de argentinos y habitantes de países limítrofes que llegan hasta aquí en busca de una mejor calidad de vida.

Para miles de neuquinos, nativos o arribados, arriesgar ese copy right de garantía de estabilidad y crecimiento económico, es algo prohibido. Podrán aflorar las críticas en materia de transparencia por parte de la oposición política -tanto de derecha como de izquierda- pero a la hora de la verdad en las urnas, los guarismos son altamente favorables al partido de gobierno. Así ayer como hoy, los Sapag u otros dirigentes del MPN -Jorge Sobisch, Guillermo Pereyra- se aliaron o enfrentaron con los gobiernos centrales según sean las conveniencias provinciales y eso actua como un imán indestructible al momento de lograr el voto popular. Por más que el resto del arco opositor fatigue páginas y segundos en los Medios, denunciando presunto uso abusivo del poder, los neuquinos terminan erigiendo en el poder de turno a un Sapag o algún dirigente interno aliado, como Jorge Sobisch que nació y creció políticamente de la mano de Elías Sapag o el actual gobernador electo, Omar Guttierrez, que conoció las mieles de la victoria de la diestra de otro Sapag: Jorge, precisamente el hijo del legendario senador.

En esa fórmula simple pero contundente, está el secreto de la perduración de un partido provincial que ha logrado sobrevivir a la asfixias que suelen provocar los gobiernos nacionales, especialmente aquellos de origen peronista. Ni Héctor Cámpora, Juan Perón o Isabel Martinez-José Lopez Rega en los 70, ni Carlos Menem en los 90 o Néstor y Cristina Kirchner en los 2.000 pudieron doblegar al emepenismo local, que hoy -estas elecciones lo demuestran- emerge como claro ganador frente a las pretensiones centralistas de avanzar sobre una provincia que posee una riqueza incalculable aunque -claro- esa riqueza debe ser extraída y para ello se necesitan inversiones, un hecho nada fácil en esta Argentina de la “década ganada”. Es que la Cuenca Petrolera neuquina, con reservorios que están atrayendo el interés de las multinacionales del sector, emerge como un gran desafío a vencer, y en ese análisis, el sentido común de los neuquinos no quiso arriesgar. Ni el kirchnerista Ramón Rio Seco del Frente para la Victoria (FpV) que regentea desde la Casa Rosada, Oscar Parrilli, flamante “Señor 5” de Cristina Fernández de Kirchner, ni el polifacético Horacio “Pechi” Quiroga, intendente de la capital provincial que proviene del radicalismo, en sus más variadas capillas, y ahora jugó para el macrismo, como en su momento pudo haberlo hecho para el massismo, pudieron convencer a ese pragmático electorado de las bondades de sus propuestas.

Y es, en ese convencimiento, donde se encuentra el fracaso de la propuesta opositora al MPN. Sus adversarios han intentado de todo para destronarlo del poder provincial. Sin embargo -hasta el momento- no han logrado encontrar una fórmula que atraiga el interés mayoritario de la población. Esta falencia es reconocida hasta por los mismos dirigentes, obviamente que en estricto “off” frente al periodismo. Y, en esta oportunidad, no fue diferente. Río Seco y Quiroga intentaron armar un frente que les permitiera derrotar al MPN, afianzados en sus propias encuestas. Sin embargo el exceso de protagonismo de cada uno de ellos impidió el armado de una alianza, que ya probó su fracaso, al provenir de un variopinto ideológico y partidario que no pudo frente a la homogeneidad de un partido que, encima, está en el poder, y no trepida en hacer uso de todo el aparato estatal para mantenerse.

De ahora en más, Neuquén enfrenta un serio desafío de crecimiento ya desbordado por los anuncios de millonarias inversiones en petróleo y gas no convencional que alimenta el crecimiento desmesurado de la inflación -los precios de los alquileres son altísimos- y la exigencia de servicios del Estado en salud, educación y seguridad, que deben salir de esa misma torta que, aún, no esta cocinada. En ese escenario deberá moverse el nuevo gobernador, Omar Guttierrez, a partir del 10 de diciembre próximo cuando Jorge Sapag cumpla con un sueño, como suele decir: entregar el bastón de bando y colocar la banda presidencial a un hombre del MPN. De todos modos, no será el único interrogante, sino que también el propio mandatario tendrá que definir cual será su rol futuro en ese esquema de poder emergente. Sapag ha dicho que se conformará con “ser un director técnico del nuevo equipo”. Claro que no ha especificado si será al estilo de un Carusso Lombardi o de un Carlos Bianchi aunque deslizó que podría tener el tono medido de un Arruabarrena.

 

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