Por Carlos Tórtora.-

El presidente Alberto Fernández mantendrá una reunión con su par de Rusia, Vladimir Putin; y otra con el mandatario chino, Xi Jinping, en el marco de una visita que hará el 3 y el 4 de febrero próximos a esas naciones. Este periplo coincide con las negociaciones con el FMI y parecen emitir un claro mensaje dirigido a la administración Biden y al FMI: si éstos no le hacen concesiones a la Argentina, la Casa Rosada podría ponerse bajo el paraguas protector de Moscú y Pekín, alejándose significativamente de Washington. La incursión de Alberto Fernández en la presidencia de la CELAC va a tono con esta jugada. En el giro pro Rusia y China, Cristina Kirchner coincidiría por completo y su mayor operador en el tema, el Ministro de Defensa Jorge Taiana, trabajaría a fondo aunque con bajo perfil. La extorsión que el kirchnerismo intenta hacerle a Washington tiene una hipótesis de máxima: que el país entre en default contando con apoyo financiero de Putin y Xi Jin Ping. Para otros, se trataría, en suma, de una jugada border line, o sea, amenazar con un vuelco geopolítico pero sabiendo que la sangre no llegará al río.

Momento decisivo

Aunque las alternativas sean más bien relativas que absolutas, no se puede negar que estamos ante una instancia decisiva de nuestra política exterior. El presidente sigue afirmando que no cederá a las exigencias del FMI, en tanto que Martín Guzmán avanza como puede en las negociaciones. La oposición, a todo esto, parece sumirse en la confusión, ya que teme que, en caso de ponerse muy crítica, el gobierno cierre con el Fondo y los deje descolocados. Para buena parte de la dirigencia de Juntos por el Cambio el juego kirchnerista de caminar por la cornisa es simplemente para explotar al máximo las posibilidades de presionar, pero el default no figura entre las posibilidades reales. La semana que viene, a todo esto, Santiago Cafiero aterrizará en Washington para reunirse con Anthony Blinken y pedir más ayuda ante el FMI.

Mientras tanto, la marcha convocada por el ultrakirchnerismo el 1 de febrero para repudiar a la Corte Suprema parece indicar que el gobierno radicaliza su discurso. Entre los organizadores de la marcha ya se discute si convocar a otra contra el acuerdo con el FMI.

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