Por Carlos Tórtora.-

La expectativa por el veto a la ley de movilidad jubilatoria puede terminar en cualquier momento porque Javier Milei no dudará en firmarlo. Esto implicaría, entre otras muchas cosas, la paralización de la actividad legislativa. Ya se insinuó en las últimas horas esta situación, porque en el Senado no se consiguió mayoría para rechazar el DNU de los fondos reservados. Y el oficialismo tampoco reunió los 37 votos necesarios para sancionar la ley de Boleta Única.

La conmoción que causará el veto y la consiguiente reacción del Congreso para conseguir los dos tercios para ratificar la ley harán probablemente que cualquier acuerdo para sancionar otros proyectos se desvanezca.

Lo anterior implica que también entrarían en un limbo las negociaciones para designar a Ariel Lijo y Manuel García Mansilla en la Corte Suprema de Justicia.

Entonces parece que a Milei le está llegando la hora de gobernar sólo por decreto. Esto no favorecería al gobierno en el plano económico, porque los mercados computan como un dato altamente negativo el funcionamiento irregular de la institucionalidad.

En la interna del oficialismo, mientras tanto, la crisis por el veto serviría para fortalecer a los más duros, o sea Karina Milei y Santiago Caputo. Eclipsado, Guillermo Francos podría emerger tal vez como el principal negociador de la salida de la crisis.

La caldera a presión

Una de las preguntas que se abre es si a Milei le interesa superar la crisis que está empezando o va intentar una suerte de fujimorización light. O sea, una cruzada contra toda la casta opositora, construyendo un frente electoral sólo con el PRO, si es que Mauricio Macri no se aleja del todo.

El líder libertario necesita ganar tiempo hasta noviembre, a la espera de que Donald Trump, si gana, lo elija como su delegado en el cono sur. Ahora, si la vencedora es Kamala Harris, Milei podría quedar descolocado y con el riesgo de que Brasil, Colombia y Chile le presenten a la Argentina las facturas que tienen para cobrarle.

Acosado por las encuestas, Milei prácticamente suspendió su agenda para insertarse en la ultra derecha internacional. Una población exasperada y sin esperanzas repudia sin vueltas estas giras de turismo político.

El FMI no parece por su parte dispuesto a auxiliar a un presidente que navega por un tembladeral. La amenaza de que la Argentina puede volver al populismo no es suficiente para movilizar el apoyo de los centros de poder económico.

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