Por Carlos Tórtora.-

Todos suponían que el acompañamiento de Sergio Massa a Mauricio Macri en Davos se iba a precipitar con fuerza sobre la interna peronista. No es casual que el presidente le augurara al líder renovador que se convierta en el jefe del PJ, un tema que a éste en realidad nunca le interesó demasiado, ya que cuida su clientela política independiente. La necesidad política presidencial de meter la cuchara directamente en la interna peronista se explica por diversos motivos. Al compás del alza de precios, de los despidos en la administración pública y de la inminente alza en las tarifas de los servicios públicos, el peronismo empieza a recalentarse. Y la negociación con los holdouts, como admitió el propio Macri en Davos, hace entrever que en el Congreso de la Nación el PRO deberá batallar duramente para que se deroguen las leyes cerrojo y de pago soberano. Si la negociación se estancara, por caso, hasta el último trimestre, el gobierno sufriría un importante desgaste en el frente externo sin poder concretar su objetivo de endeudarse a tasas más bajas.

En este contexto, Macri le hace un flaco favor a Massa y lo prefiere como líder opositor. Éste responde afirmando que Macri sólo gobernará cuatro años. Deliberadamente o no, con su entusiasmo por Massa, Macri acaba de reabrirle el espacio opositor a Cristina Kirchner, que aprovecharía para señalar que el gobierno y el tigrense están aliados y que sólo el cristinismo representa una verdadera oposición. Daniel Scioli intenta representar la versión moderada de este esquema y presidir el PJ bonaerense.

Esta partición, ya a esta altura obvia, no agota el panorama. Los que no están con Massa ni con CFK -que son mayoría en la dirigencia- piensan en un tercer peronismo. El ideólogo mayor de la tercera posición es Eduardo Duhalde, que ya trabaja con Jesús Cariglino, Eduardo Caamaño y otros. El ex presidente busca reclutar, como en los viejos tiempos, a caudillos del conurbano como Raúl Othacehé y Hugo Curto que, pese a sus innumerables mandatos, todavía quieren volver y controlar no sólo importantes aparatos políticos sino sectores de la justicia y de la policía bonaerense. Florencio Randazzo, que sueña con ser senador nacional por Buenos Aires en el 2017, se arrima hoy por hoy al tercer peronismo, que busca un liderazgo nacional joven como el del salteño Juan Manuel Urtubey.

Una ecuación complicada

En estos términos, la ecuación cierra, porque el tercer peronismo haría equilibrio entre los otros dos, colocándose más cerca de Cristina o de Massa según le convenga.

Lo cierto es que ninguno tiene suficientes congresales como para controlar el PJ nacional, que, como ya es clásico, terminaría intervenido por la justicia electoral nacional.

Algunas cosas que están pasando -o no pasando- también influyen en la partición peronista. La feria judicial de enero está a punto de concluir y entonces en Comodoro Py empezará a saberse si las causas por corrupción contra el cristinismo toman vuelo o siguen semidormidas. En el discurso inaugural de su gestión, Macri definió como uno de los ejes de su gestión la lucha contra la corrupción. Pero enfatizó acerca de la corrupción futura. Si la justicia no avanzara con Hotesur y otras causas que sacuden al ex entorno presidencial, el macrismo le estaría dando una enorme cuota de oxígeno a CFK, permitiéndole en cierto modo la reivindicación de su gestión como ajena a la enorme corrupción que hubo a ojos vista. Esto liberaría al cristinismo de su mayor lastre y le permitiría moverse con mayor soltura. La pregunta sale sola: ¿Macri quiere a Massa al frente del PJ o que Cristina siga haciendo de mandamás? La respuesta es que le conviene que los dos se desangren en una larga interna, junto con el tercer peronismo. Un justicialismo profundamente enfrentado es la mayor garantía para el PRO de que podrá imponer -tal vez- su incipiente iniciativa política. La aparición de un tercer peronismo también ayudaría a Macri. La unidad peronista, por ejemplo para el 2017, sería, en cambio, la peor señal para el nuevo poder.

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