Por Guillermo Cherashny.-

Algunos conocedores de los entretelones de la reforma constitucional de 1994 y de la gestación del «núcleo de coincidencia básicas» acordado entre Raúl Alfonsín y Carlos Menem, sostienen que, por pedido de éste, se estableció que en la primera vuelta la fórmula presidencial que obtenga el 40% de los votos y aventaje a la segunda en un 10%, resulte ser la ganadora. En caso de obtener una fórmula el 45% de los votos, se consagraría ganadora sin más. A partir del 2010, con la ley 26.571 se establecieron las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias. Esta especie de encuesta nacional es determinante para el resultado de la primera vuelta, como ocurrió en el 2011 y en el 2013.

La necesidad de mayor estabilidad

Estas reformas electorales argentinas parecen influir ahora en la realidad política italiana, marcada por el ajuste dirigido por la «Troika» integrada por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional. En este cuadro de contracción de la economía, el joven primer ministro de centro izquierda Matteo Renzi -que proviene de la Democracia Cristiana- acordó con Silvio Berlusconi (quien evitó la cárcel cumpliendo una probation) un nuevo sistema por el cual la coalición que obtenga el 40% obtendrá mayoría en el Senado y la Cámara de Diputados para impedir que los gobiernos caigan seguido, debido a las mociones de censura. Es que las dos grandes coaliciones, de centro izquierda y de centro derecha, están compuestas por múltiples partidos y, en las crisis, algunos de éstos podían hacer caer fácilmente a un gobierno. Esta situación se dio, por ejemplo, entre Forza Italia de Berlusconi, el Movimiento Social Italiano y la Liga del norte, cuando aparecían los primeros desacuerdos y algo similar ocurría en la izquierda conformada por los Demócratas de Izquierda (DS) y La Margarita. Ahora, con el acuerdo para implementar el 40%, los gobiernos ganarán en estabilidad, como de hecho está pasando con la gestión de Renzi.

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