Por Carlos Tórtora.-

Con la incorporación de Miguel Ángel Pichetto como compañero de fórmula de Mauricio Macri, el gobierno hizo su mayor innovación política de los últimos años. Se propuso absorber una parte del peronismo y sentar las bases para tal vez un gabinete de coalición después del 10 de diciembre. La apertura al peronismo era inteligente pero con Pichetto y algunos operadores como Rogelio Frigerio y Cristian Ritondo no alcanzaba. Los gobernadores peronistas poco a poco fueron tejiendo su alianza con Alberto Fernández ni bien éste les garantizó que no serían atropellados por La Cámpora. Ahora, con el desastre electoral de las PASO, el gobierno está dando un nuevo giro de cara al 27 de octubre. Se trata ahora de recuperar voto de centro dejando de lado un voto peronista que Pichetto no consiguió arrimar.

Constitución y República

Las movilizaciones masivas del sábado en Plaza de Mayo y principales ciudades del interior mostraron un tono republicano e indisimuladamente antiperonista con sus consignas antipopulistas y pro República. Traducido en objetivos, esto implica intentar captar a los votantes de José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión y tal vez también a algunos seguidores de Roberto Lavagna. Un paquete de votos de alrededor del 10 por ciento que achicarían mucho la diferencia de 15 puntos hoy existente. Convocar desde las tradicionales banderas del antiperonismo no deja de ser una alternativa desesperada pero relativamente efectiva. La síntesis de este giro es exacerbar el miedo a un eventual desmadre peronista que se lleve puesto el sistema republicano. No por nada Carlos Rosenkrantz, presidente de una Corte Suprema, donde se hace sentir la mayoría peronista, apareció para señalar que ha llegado la hora de defender a la Constitución. En su jugada agónica, Macri necesita despertar el sentimiento antiperonista sin distinciones partidarias. Si lo logra, puede estar cerca de revertir el resultado de las PASO, aunque es improbable que consiga forzar un ballotage.

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