Por Carlos Tórtora.-

Enseñaba Carl Schmitt que el acto principal de la política es la elección del enemigo. Todo el espacio político se configura a partir de esta decisión. En el 2003 Néstor Kirchner no dudó en abrir dos frentes sobre los cuales concentró todo el fuego del gobierno. Por un lado, reabrió los juicios a los militares por las causas de lesa humanidad y por el otro arremetió con Patria o buitres en una cruzada contra los tenedores de bonos de la deuda externa. Hasta hubo un tercer frente: la Corte Suprema menemista, que había que desplazar como emblema de la justicia de una década. Alberto Fernández es un digno discípulo de Kirchner y además tiene a su lado a Cristina Kirchner, que le recuerda permanentemente cómo se hacen las cosas siguiendo las recetas familiares. Es así que Alberto, en su discurso de asunción, inventó un enemigo basándose en algunas medias verdades. Es cierto que las operaciones de la AFI ligadas a la justicia federal y a los medios de comunicación en muchos casos superaron el nivel de lo aceptable. Pero no es menos cierto que la AFI no actuó en forma autónoma sino complaciendo a los operadores políticos del gobierno de Macri. De cualquier modo, la intervención a la AFI y la quita de los fondos reservados darían pie para que se despliegue una amplia conspiración -real o ficticia- de la nueva mano de obra desocupada. Tratándose de organismos tan desprestigiados como los servicios de inteligencia, este complot de los espías le daría al gobierno un enemigo casi ideal, mucho más oscuro por cierto que las fuerzas armadas. Pero fue más allá Alberto en su discurso inaugural y conectó lo de la AFI con la realidad de una justicia federal no sólo politizada sino sospechosa de corrupción. Cristina Kirchner fue más explícita al señalar que uno de los primeros proyectos que tratará el Congreso será la reforma de la justicia federal. Detrás de ésta vendría la depuración del fuero con la salida de la mayor parte de los magistrados de la justicia federal porteña.

Braden o Perón

En cuanto a la confrontación con el poder financiero, indirectamente empezó este domingo. El enviado especial de Donald Trump a la asunción de Alberto Fernández, Mauricio Claver-Carone, se fue antes de lo pautado, molesto con la presencia del ministro de Comunicación del régimen de Nicolás Maduro, Jorge Rodríguez, y por la visita del ecuatoriano Rafael Correa.

Claver Carone decidió no asistir este martes a la ceremonia de traspaso de mando en el Congreso y suspendió entrevistas que tenía previstas con el nuevo presidente y su canciller Felipe Solá, entre otras figuras.

Ya montado el escenario, ahora se trata de ir administrando esta conflictividad, para tapar en la medida de lo posible la gravedad de la situación económica que no podrá paliarse así nomás por la simple declaración de la emergencia económica, sanitaria y alimentaria.

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