Por Carlos Tórtora.-

La demolición judicial del kirchnerismo resultó ser sin duda el mayor éxito político del gobierno, que renueva su crédito ante la opinión pública mostrando los horrores de la era K. Elisa Carrió es la principal ideóloga de la persecución judicial al clan de CFK pero con una particularidad: también amenaza a los jueces federales con sus denuncias de que encubrieron los delitos kirchneristas durante doce años.

Una nota singular de este proceso es que la velocidad de la destrucción del cristinismo como corriente política está produciendo una migración de dirigentes y militantes K que buscan nuevos horizontes, sobre todo en el marco del PRO y del massismo. Así, tanto Macri como Massa terminan compitiendo por los despojos de lo que fue la mayor estructura política del país.

En Buenos Aires, el distrito clave, la crisis K tiene doble faz. En los sectores de clase media, la diáspora es casi total y ningún profesional o empresario desea que su nombre quede ligado con José López o Lázaro Báez. Pero en los sectores marginales del segundo y tercer cordón, impermeables a la gravedad de los delitos que se van descubriendo, la imagen de CFK como una protectora de los humildes todavía es fuerte y será difícil que esto cambie.

La segunda ola

El caso es que Carrió, más que entusiasmada con los resultados logrados en las últimas semanas, estaría elucubrando una nueva ofensiva judicial. Pero en este caso la demolición ya no tendría por objeto a CFK sino a Sergio Massa. El plan consistiría en explotar los dos o tres flancos judiciales que tendría el líder renovador para averiarlo en su carrera electoral, de modo tal que le cueste pararse con fuerza para dar la batalla electoral en el 2017. Supuestamente por la senaduría nacional por Buenos Aires, cargo al que también aspira Carrió.

Claro está que la popular diputada necesita para emprender semejante empresa el aval de Macri que, presionado sobre todo por María Eugenia Vidal, sigue manteniendo a Massa como el aliado privilegiado del PRO en Buenos Aires, que mantiene la gobernabilidad del oficialismo.

De imponerse Carrió, el gobierno pasaría a buscar que el tigrense derrape y que su lugar en Buenos Aires sea ocupado, por ejemplo, por Florencio Randazzo, de excelentes relaciones con el oficialismo (colocó dos directores en el Banco Provincia), cuyas perspectivas de crecer electoralmente son más a mediano plazo.

Es imposible saber si Macri es receptivo del proyecto Carrió o si se trata simplemente de un exceso de imaginación de ésta.

Hay sí señales de que Macri preferiría tener como interlocutor opositor a un dirigente que, al igual que Randazzo, está pensando en tiempos más largos y no muestra la vocación de poder de Massa. Es decir, el salteño Juan Manuel Urtubey.

En el círculo íntimo de Massa hay señales de alarma, porque se detectaron movimientos de operadores afines a Carrió que buscan profundizar la investigación de las supuestas conexiones con el narcotráfico del Fiscal Federal de San Isidro Luis Novo, allegado a aquél.

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