Por Carlos Tórtora.-

El inicio de la ofensiva final de la gestión de CFK para controlar la justicia es un claro indicio de que, pese al optimismo oficial sobre las posibilidades de triunfo del binomio Daniel Scioli-Carlos Zannini, en el entorno de CFK sigue predominando la percepción de que, a partir del 10 de diciembre, sus riesgos judiciales aumentarían geométricamente. Una prueba de que la presidente no está tranquila es que optó por utilizar su mayoría en el Consejo de la Magistratura para desplazar a Luis Cabral de la Sala I de la Cámara de Casación, en plena campaña electoral y sabiendo que se produciría una reacción en amplios sectores de la clase media, incluyendo la marcha del próximo 7 al Palacio de Tribunales.

Dicho de otro modo, en la intimidad del poder existe la convicción de que en Comodoro PY y con la probable complacencia de Ricardo Lorenzetti, se estarían tejiendo planes para golpear al cristinismo en varios puntos sensibles. Y esto va acompañado de una duda razonable. Si Scioli sucediera a Cristina, le daría garantías de que no dará ningún paso para influir en su contra en la justicia. Pero, teniendo en cuenta la personalidad extremadamente cauta del gobernador, el cristinismo sabe que será difícil que éste respalde maniobras como el desplazamiento de Cabral, al que podría seguir el de Eduardo Farah, miembro de la Sala II de la Cámara Federal de Apelaciones porteña. Todo esto pese a que Scioli, en su permanente búsqueda de mimetizarse con el cristinismo, se ocupó personalmente a través del fiscal federal Carlos Stornelli, de que el Juez Federal Claudio Bonadío mantenga paralizada desde hace varios meses la causa Hotesur, en la cual correspondería la citación a prestar declaración indagatoria de Máximo Kirchner.

La reciente designación por parte de la jueza federal María Servini de Cubría de tres veedores en la AFA es un tema que, pese a ser reciente, empieza a ser visto por el gobierno como una real amenaza judicial con vistas a eclosionar antes de fin de año.

Los veedores son la contadora Alicia López, ex titular de la Unidad de Información Financiera (UIF); el ex perito contable de la Corte Suprema de Justicia Horacio Della Rocca, y el abogado y ex juez federal de San Isidro Alberto Daniel Piotti. Los tres tendrán una oficina en la AFA, participarán en las reuniones de Comité Ejecutivo, elevarán un informe mensual a la jueza y, al cabo de los seis meses que dura su designación, realizarán un documento final, analizando lo revisado en períodos anteriores y lo que observen en el día a día.

La lupa de la Casa Rosada está puesta en la aparición de Piotti en escena. El ex juez federal de San Isidro sería el operador en las sombras del lobby de jueces federales más distanciado del gobierno y su aparición en las cuentas de la AFA, en medio del FIFA-Gate y de la denuncia por administración fraudulenta de los fondos públicos destinados al Fútbol para Todos, no sería casual.

El costo de salir de las sombras

En síntesis, la natural predisposición cristinista a visualizar conspiraciones reales o irreales, apuntaría ahora a la posibilidad de que Piotti, con el auxilio de Alicia López, se encamine hacia un informe que incrimine a los jefes de gabinete que firmaron la entrega a la AFA de unos 7000 millones de pesos para el Fútbol para Todos, cuya mayor parte se habría evaporado en el medio de procedimientos contables turbios y de groseras irregularidades administrativas. Pero las sospechas oficiales sobre los verdaderos alcances de las veedurías de Piotti y López en la AFA van más allá. Se supone también que los nombrados podrían avanzar hacia la detección de un autor intelectual de la administración fraudulenta de los fondos del Fútbol para Todos. Un funcionario que, de hecho, estuvo por encima de las gestiones como jefes de gabinete de Juan Manuel Abal Medina, Jorge Capitanich y Aníbal Fernández. Se trataría de Carlos Zannini, al que se señala como el verdadero titiritero de una operación que continuó contra viento y marea pese a que era obvio que el gran negocio de la estatización de la televisación del fútbol que había anunciado la presidente, en la práctica se había convertido en un barril sin fondo.

Los memoriosos recuerdan que Piotti se caracterizó durante su trayectoria judicial por su estrecha relación con varias agencias de los EE.UU. Hoy por hoy, Zannini pasó a ser el punto crítico del diseño K para continuar en el poder con Scioli como presidente apenas formal. Los hechos demostraron que el peor error que cometió el ahora caído en desgracia Teniente General César Milani fue salir de la semipenumbra de ser Subjefe del Estado Mayor y Director de Inteligencia, para colocarse bajo el foco de las cámaras como Jefe del Estado Mayor. A partir de que Milani abandonó el perfil bajo, las denuncias en su contra por enriquecimiento ilícito y violaciones de derechos humanos tomaron una difusión antes impensable. Repentinamente, el extrovertido general se encontró con que había pasado a ser un emblema importante de la corrupción oficial, lo que ayudó a precipitar su salida, además de sus diálogos no autorizados con Scioli.

Para algunos analistas, Zannini está expuesto a peligros semejantes al abandonar su tradicional perfil bajo, que hace que más de la mitad de los encuestados ni siquiera lo conozcan. Por otra parte, en medios políticos de Washington se lo considera el arquitecto de la nueva política de alianzas entre la Casa Rosada y los gobiernos de Rusia y China, así como de los acuerdos -en parte secretos- con este último. Sus estrechas relaciones con la empresa Electroingeniería, propiedad de Gerardo Ferreyra, ex dirigente del ERP y adjudicataria de la construcción de las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, en el río Santa Cruz, es otro capítulo relevante. Uno de los integrantes del consorcio que lidera Electroingeniería es el grupo chino Gezhuoba, que fue acusado por corrupción en Nepal y se lo colocó en una «lista negra» que le impide participar de obras por los próximos tres años.

El probable futuro vicepresidente sería entonces el ideólogo del arrime de la política exterior argentina a la estrategia de los BRICS, un paso por cierto más grave que la alianza con los pintorescos Hugo Chávez y Nicolás Maduro.

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