Por Carlos Tórtora.-

El equipo de Mauricio Macri, consciente de que el gobierno enfrenta un clima desfavorable desde la crisis por la sanción de la ley antidespidos, salió a ocupar el centro del ring con el blanqueo y el pago a los jubilados, lo que no alcanza para disimular la creciente tirantez en el seno del gabinete, como lo demuestra el intercambio de insultos que ante varios gobernadores protagonizaron días atrás los titulares de Interior y Transporte, Rogelio Frigerio, y de Energía, Juan José Aranguren.

En torno al presidente aumenta la presión para que retoque su elenco introduciendo una o dos figuras políticas que le den más flexibilidad y agilidad a la gestión. Los que remachan sobre esto, lo hacen poniendo como ejemplo tres derrotas políticas que tienen nombre y apellido: Francisco, Alejandra Gils Carbó y Ricardo Lorenzetti. Pese a los múltiples diálogos laterales de Gabriela Michetti y otros con el entorno papal, el Vaticano parece seguir su rumbo en función de los números. El aumento de la pobreza y del desempleo le dan a Francisco un argumento poderoso para seguir soslayando a Macri. Desde el punto de vista de aquél, dicen sus exegetas, si no se modifican rápidamente las tendencias, la Argentina se encontrará al borde de una confrontación social y política que hasta puede derivar en violencia. Con este argumento, cualquier foto del Papa sonriendo junto a Macri sería leída como el aval para una política errónea. La plana mayor no vio venir el problema y ahora la perspectiva es que el gobierno deba enfrentar el próximo año electoral con los púlpitos en contra. Un dato: el año pasado y hasta las elecciones presidenciales, en las misas de incluía la llamada oración por la Patria, que dejó de pronunciarse al ser electo el nuevo gobierno. Pero en las últimas semanas, la oración por la Patria reapareció en las celebraciones, como una señal de que el clero considera altamente sensible la situación política y social. Todo lo contrario de lo que espera un gobierno que intenta imponer la sensación de retorno a la normalidad y cierto clima de distensión que, por cierto, no es tal.

El caso es que, por una suma de errores políticos, el costo de reparar la relación entre el Papa y el presidente es hoy varias veces superior al que hubiera sido 3 ó 4 meses atrás.

La segunda derrota que puede atribuírsele casi exclusivamente a la impericia política del oficialismo es la continuidad en su cargo de la Procuradora General Alejandra Gils Carbó, alma mater de Justicia Legítima y el enclave de poder más importante con el que cuenta CFK. Astutamente, aquella recurrió al perfil bajo para no desencadenar una ofensiva política del oficialismo que pudo desalojarla del cargo. Pero luego de que vio los buenos resultados de esto, se lanzó a la hiperactividad reorganizando su ejército de fiscales. Curiosamente, la misma Elisa Carrió, que apuntó fuerte contra la continuidad de Ricardo Echegaray al frente de la AFIP, prácticamente ignoró a Gils Carbó, haciéndole un inmenso favor. Ahora, igual que en el caso del Papa, el tiempo le juega en contra a Macri. Por ejemplo, en el supuesto caso de que prospere la ley de blanqueo, su éxito en la práctica sería ínfimo si los fiscales de Gils Carbó se lanzaran a plantear cuestionamientos a la constitucionalidad o legitimidad del proyecto o avalaran los presentados por terceros. O, ya sancionado el proyecto, podrían también pedir, por ejemplo, su inconstitucionalidad. Este solo hecho le da a la jefa de Justicia Legítima un arma poderosa para negociar con un gobierno que la tenía encerrada en diciembre pasado, pero que ahora empezaría a temerle.

El contrapoder

Se confirmó este viernes la fecha en la cual los senadores deberán votar los pliegos de los dos candidatos a jueces de la Corte Suprema de Justicia, Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz, propuestos por el presidente Macri.

La presidente del Senado, Gabriela Michetti, firmó la resolución al pedido de sesión especial para el miércoles 15 de junio, al mediodía, impulsada por senadores del interbloque Cambiemos, los macristas Federico Pinedo y Laura Rodríguez Machado, y el radical catamarqueño Oscar Castillo. Pero este avance del gobierno en modo alguno serviría para arrebatarle la presidencia de la Corte a Ricardo Lorenzetti, convertido casi en la contrafigura del presidente, con el cual no mantendría diálogo alguno. Es que el jurista de Rafaela tiene bajo su puño a sus dos colegas, Juan Carlos Maqueda y Elena Highton de Nolasco. Esta última intentó separarse en alguna medida de Lorenzetti, pero el papelón de la designación irregular de su hija en una secretaría de la Corte, más su deterioro físico, entre otros temas, harían que continúe apoyando el actual statu quo. En otras palabras, que aunque Rosatti y Rosenkrantz ingresen rápidamente al tribunal, el actual presidente seguiría reinando por imperio del 3 a 2. Esto si es que algunos de los nuevos no se pliega a su favor.

La diferencia entre Lorenzetti y la mayor parte de sus predecesores en el cargo es el contenido de su agenda. Los que la conocen, señalan que hay muy pocas reuniones con funcionarios judiciales y una enorme cantidad de encuentros con empresarios, formadores de opinión y miembros del establishment que suelen salir satisfechos de estas reuniones. Claramente, Lorenzetti se perfila a sí mismo como un balanceador del poder de Macri y un crítico silencioso del macrismo. La ausencia de operadores judiciales por parte del oficialismo y la necesidad de los jueces federales de lavar su imagen luego de doce años de complacencia con el kirchnerismo está convirtiendo a Comodoro Py en un verdadero campo de batalla. Sin mostrarse demasiado, Lorenzetti aprovecha el malestar de algunos jueces para con el macrismo y teje una red de intereses afines.

Como en el caso de Gils Carbó pero con valor de instancia final, desde su bastión, este jurista atípico espera que el tiempo lleve hasta la Corte algún caso crítico para el gobierno. Por ejemplo, un cuestionamiento al blanqueo que se intenta. Entonces Lorenzetti haría valer su experiencia acumulada en tantos años al mando del tribunal. En síntesis, entre él y Gils Carbó ponen de manifiesto una derrota judicial que ahora no se exterioriza en nada grave, pero que, cuando llegue el momento, puede tener un costo impagable para el PRO.

Share