Por Jorge Raventos.-

Al cumplir su primer mes de gestión, el gobierno de Mauricio Macri puede exhibir un logro ansiosamente esperado: la recaptura de Martín Lanatta, uno de los tres delincuentes que se fugaron del penal provincial de General Alvear en Navidad.

La extensa recorrida de los prófugos representaba un desafío y un desgaste para la nueva gestión, en especial para la gobernadora María Eugenia Vidal pero también para el elenco nacional de seguridad que conduce Patricia Bullrich, responsable de un operativo que abarcó varias provincias y comprometió un amplio despliegue de fuerzas.

¿Un éxito o un tercio de éxito?

Haber puesto fin a la fuga de Lanatta, capturarlo con vida y cercar a sus cómplices representa mucho más que un alivio: es un éxito resonante que el gobierno no dejó de celebrar por las redes sociales. La comunidad acompañó el júbilo. Los policías santafesinos del pequeño pueblo ribereño de Cayastá, autores directos de la captura, fueron recibidos con aplausos por sus orgullosos vecinos.

El episodio corona así el primer mes del flamante oficialismo, que se empeñó en afrontar velozmente puntos principales de su compromiso electoral (caída del cepo cambiario, baja de retenciones, traspaso de la Policía Federal a la Ciudad Autónoma, reconexión con el mundo y activismo democrático en la región).

Los funcionarios de Macri (también la administración bonaerense de Vidal) fueron registrando la patética situación del Estado, hinchado por las grandes levas de ñoquis producidas por el kirchnerismo, desfinanciado y con miles de millones de deudas solapadas (“cadáveres en el ropero”, las llaman los especialistas), aunque todavía no han revelado en detalle esos hallazgos, como si en primera instancia hubieran decidido omitir las clásicas menciones a “la herencia recibida” (sólo la gobernadora Vidal aludió taquigráficamente a la provincia “quebrada” que le habían traspasado).

Entretanto, la ex Presidente Cristina Kirchner, refugiada en Santa Cruz, dedicó su primer mes desempleada a agitar a sus huestes para que traben las iniciativas de los nuevos inquilinos del poder.

Algunos observadores propensos al susto imaginan que, atrincherado en las posiciones legislativas o institucionales que conserva, el kirchnerismo se dedicará a martirizar a las nuevas autoridades y a fomentar desórdenes o parálisis institucional; incluso se ha atribuido a esos sectores la concepción y apoyatura logística de la triple fuga que las autoridades nacionales acaban de frustrar.

No hay que descartar que aquellas sean las intenciones de algunos dirigentes K, sin excluir a la ex Presidente, que quizás necesite moneda de cambio para demorar denuncias y acciones judiciales que la amenazan. Pero lo que se está observando es que la capacidad de fuego del kirchnerismo cerril pertenece más al universo del relato que al de la realidad.

Cómo ganar amigos

Con discreción y firmeza, el gobierno de Macri viene exhibiendo autoridad y capacidad de respuesta. Si desde Calafate se presionó al bloque legislativo peronista de la provincia de Buenos Aires para que dejara a la gobernadora Vidal sin presupuesto y sin permiso para financiar obligaciones heredadas, el macrismo consiguió que una legión de intendentes peronistas del distrito se pronunciaran en contra del bloqueo inducido por los alfiles de bonaerenses de la familia Kirchner y devaluó como interlocutor orgánico al camporista José Ottavis, mosquetero K en la legislatura provincial. Ahora es muy probable que la próxima semana la gobernadora, negociando algunas concesiones, pase su presupuesto por la Legislatura.

Paralelamente, en el Senado de la Nación, Gabriela Michetti consiguió el respaldo del bloque justicialista para desafectar más de dos mil nombramientos decretados por Amado Boudou antes de dejar la vicepresidencia. El jefe de los senadores del PJ, Miguel Ángel Pichetto, soportó un intento de motín del camporismo senatorial, pero la rebelión se ahogó en la sopa, porque los alzados sólo llegaron a una quincena. La mayoría de los 42 senadores peronistas apoyó (o consintió) a Pichetto. El subproducto de esta operación de limpieza de ñoquis en la Cámara Alta es significativo para el gobierno: la fisura en el bloque del Frente para la Victoria (el más numeroso del Senado) abre la expectativa de futuras colaboraciones.

La renovación del peronismo

Esa fisura habría que ubicarla en el contexto del proceso que viene atravesando el peronismo a partir de la derrota electoral y del desalojo de la señora de Kirchner de la Casa Rosada. El peronismo (a un lado y otro de la frontera del Frente para la Victoria) pugna por una reconversión que lo aleje del kirchnerismo y le permita reorganizarse en base a la democracia interna, el federalismo y la comprensión de las nuevas realidades.

El viernes último, en Pinamar, se ofreció una foto de esa tendencia: se reunieron el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey (aún dentro del FPV, pero actuando con gran autonomía y diferenciado del kirchnerismo), Sergio Massa (líder del Frente Renovador que rompió con el kirchnerismo en 2013), Diego Bossio (todavía en el FPV), Carlos Caserio, representante de José Manuel De la Sota (peronista que nunca estuvo con el kirchnerismo). Todos ellos trabajan con el objetivo de una renovación democrática de su partido en el segundo semestre de este año. Quieren “un peronismo competitivo y funcional a lo que la Argentina necesita”, explicó Urtubey. “Queremos garantizar que a la Argentina le vaya bien, que haya gobernabilidad”.

El fortalecimiento de esta tendencia renovadora contribuirá a descongelar, por ejemplo, la situación de la Cámara Alta, donde la mayoría numérica de los senadores electos bajo el pabellón del FPV parecía un obstáculo insalvable para el gobierno de Macri. La fisura de ese bloque y la presencia de un peronismo senatorial opositor pero dispuesto a “garantizar la gobernabilidad” modificaría sustancialmente el paisaje.

La renovación peronista es un momento importante en la reconstrucción del sistema político: al mismo tiempo que aislaría al kirchnerismo cerril, ayudaría al gobierno y le pondría límites, restableciendo la lógica de un poder balanceado con presencia de dos fuerzas políticas dominantes, en condiciones de turnarse y equilibrarse.

El kirchnerismo residual observa esta tendencia con “desconcierto y angustia”, como han confesado los ex funcionarios intelectuales de Carta Abierta.

Relato preventivo y acumulación de fuerza

Horacio Verbitsky, vinculado a ese colectivo, describe un futuro próximo inquietante para la señora de Kirchner, a la que le adjudica el papel de víctima de una campaña del gobierno macrista para llevarla a la cárcel. Aunque alude implícitamente a las diversas causas que analiza la Justicia (que investigan delitos como el enriquecimiento ilícito, el lavado de dinero, el incumplimiento de obligaciones y la firma del controvertido acuerdo con la República Islámica de Irán referido al atentado terrorista en la sede de AMIA), Verbitsky describe los riesgos judiciales de la señora de Kirchner como consecuencia de un designio oficial inducido por el Grupo Clarín, y compara esa presunta campaña con las políticas revanchistas y las comisiones investigadoras especiales con que se persiguió a Juan Perón 60 años atrás. Relato preventivo.

Lo que preocupa a estos sectores y los empuja al oposicionismo agresivo es que, en la guerra de desgaste con la que pretenden erosionar los “meses de gracia” que habitualmente se conceden a todo nuevo presidente, son ellos los que se van quedando aislados mientras el gobierno supera pruebas, se mantiene fuerte en la opinión pública y consigue aliados o interlocutores comprensivos.

Esta tendencia probablemente se acentuará.

Macri muestra su disposición a escuchar, acordar y eventualmente conceder . Sergio Massa se beneficia de estos rasgos: sin dejar de ser un franco opositor, es distinguido desde el poder como un aliado institucional de peso. Aunque sabe que a la larga Massa competirá con él, hoy Macri necesita esa interlocución.

También parece haber extraído rédito Ricardo Echegaray, a quien el Pro admite ahora como presidente de la Auditoría General de la Nación, aún pagando el precio de disgustar a su aliada Elisa Carrió.

Es un premio para el jefe de los senadores peronistas, el dialoguista Pichetto: aunque quizás no baste para calmar a los kirchneristas, lo cierto es que Echegaray fue candidateado a la Auditoría por Cristina Kirchner.

En cualquier caso, conviene tomar en cuenta que Echegaray (un hombre que acumuló desde la AFIP un archivo minucioso y sensible sobre personajes destacados del país) proviene de la UCEDE de los años ’90, igual que una de las principales espadas del gobierno de Macri, Emilio Monzó. ¿No puede Echegaray convertirse en arma secreta del macrismo?

Quizás. La situación está y estará caracterizada por la fluidez.

La táctica central de Mauricio Macri para desactivar las maniobras hostiles consiste en mostrar su disposición a ejercer el poder democrático sin complejos: ese poder incluye dentro de sus atribuciones la firma de decretos de necesidad y urgencia, legalmente justificados por el receso del Congreso y la necesidad de cortar algunos nudos gordianos. Ha emitido varios y puede seguir haciéndolo, para subrayar su capacidad decisionista. Exhibir vigor y resolución contribuye a ganar aliados (aunque a veces ponga nerviosos a algunos socios).

La recaptura de Martín Lanatta (el delincuente de la red narcoestatal que denunció a La Morsa) es una demostración de fuerza.

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