Por Carlos Tórtora.-

La denuncia de Cristina Kirchner acerca de que el FMI violó su propia Carta Orgánica al prestarle a la Argentina fondos que luego integraron la fuga de capitales, le cambió el tono al gobierno en la incipiente negociación en marcha. Alberto Fernández salió rápidamente a avalar lo dicho por ella y a realizar nuevas precisiones sobre que las decisiones las toma él y nadie más que él. Una interpretación ya comentada por varios medios es que los dos estarían de acuerdo en jugar al policía bueno y el policía malo. O sea, que CFK encarnaría el discurso confrontador y Alberto el conciliador. Pero cabe la posibilidad de que no exista tal acuerdo. La misma es muy probable, ya que el discurso de Cristina en Cuba dejó mal parada la postura flexible del presidente e introdujo la cuestión de la quita, que Martín Guzmán venía eludiendo. Lo que habla más bien de un no acuerdo es que el presidente apareció como desdibujado ante los cuestionamientos de la vicepresidenta. Máximo Kirchner, por ejemplo, se adhirió al discurso anti FMI, en lo que podría ser la creación de un clima cargado para la asamblea legislativa del 1° de marzo.

Esto recién empieza

Si el oficialismo se tiñe de una campaña anti FMI no habrá duda de que el presidente quedaría deslucido, así como el discurso conciliador que utilizó en su reciente gira europea. El caso es que Guzmán también se embarcó en un discurso crítico de los bonistas y el FMI, que es comprensible, dado que él es el negociador y va regulando su postura de acuerdo a las circunstancias. En síntesis, la irrupción de CFK en el tema deuda parece restarle libertad de movimiento a Alberto, poniéndolo una vez más en la incómoda obligación de hacer aclaraciones. Por otra parte, ella, habiendo fijado una postura, está obligada ahora a seguir adelante.

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